Medio: El Día
Fecha de la publicación: miércoles 21 de octubre de 2020
Categoría: Procesos electorales
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No estamos hablando sólo de percepciones, de antipatías o de simples estrategias, sino de hechos que se pueden comprobar con sumas y restas. Es admirable, por ejemplo, cómo Luis Arce ha tenido una votación superior a la que obtuvo el propio Morales el año pasado, que sólo hubiera podido conseguir una victoria ayudado por el fraude, un hecho que fue admitido por él mismo, cuando aceptó ir a una segunda vuelta o cuando se rindió y dijo que había que repetir la votación sin él como candidato.
Vamos a pensar por un momento que todo esto forma parte de una estrategia envolvente, pues no olvidemos que Evo Morales fue el jefe de campaña del MAS y está convencido mejor que nadie, que su imagen sufrió un gran desgaste luego de 14 años en el poder y que terminó volviéndose nociva para el denominado “proceso de cambio”. En ese caso, estaríamos ante el primer acto de decepción si es que quienes votaron por Arce llegan a constatar la treta y que será el ex jefe de Estado quien maneje los hilos del nuevo gobierno o se convierta en el principal factor influyente.
El MAS es capaz de reestructurarse, de hacer una renovación y empezar de nuevo, como lo decíamos en un artículo anterior. Lo han dicho los principales exponentes del partido, que se hicieron cargo de la campaña y capearon el difícil año que les ha tocado vivir. Ellos saben que es posible construir nuevos liderazgos, tomar el legado positivo que dejó la primera etapa, pero al mismo tiempo, romper con todo lo negativo que sucedió en el pasado.
Es fácil saber qué fue lo que ensució la prolongada administración de Morales y el simple retorno del líder puede enturbiar las buenas intenciones que pueda tener Arce Catacora, que además gobernará un país muy distinto, sin todo el dinero que se derrochó durante 14 años y sin todo el poder que alcanzó para abusar de la justicia, perseguir a la oposición e instaurar un imperio de la impunidad.
Está en manos de la nueva generación tomar las riendas de un partido en el que estaba prohibido pensar, asomar la cabeza o intentar disputarle el liderazgo a un grupo de figuras que se adueñaron del destino de la sigla y del país. Arce tiene la gran chance de empezar de cero, ha recibido el apoyo popular para hacerlo, o en cambio, puede subir a su gobierno, un lastre innecesario, una carga que ni el MAS ni la población están dispuestos a sobrellevar.
Es fácil saber qué fue lo que ensució la prolongada administración de Morales y el simple retorno del líder puede enturbiar las buenas intenciones que pueda tener Arce Catacora, que además gobernará un país muy distinto, sin todo el dinero que se derrochó durante 14 años y sin todo el poder que alcanzó para abusar de la justicia, perseguir a la oposición e instaurar un imperio de la impunidad.