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Medio: La Razón
Fecha de la publicación: martes 20 de octubre de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Al final de la jornada de votación, circuló un presunto resultado de TuVotoCuenta que daba una diferencia entre Arce (MAS-IPSP) y De Mesa (COMUNIDAD CIUDADANA) de 44,7% a 32,2%, respectivamente, y Arce —superado el 40% con diferencia del 12,5%— era ganador en primera vuelta.
Los resultados de los los exit polls fueron más amplios aun: Ciesmori dio 52,4% a Arce y 31,5% a De Mesa —Arce pasaba del 50% más un voto, se acercaba al 53,7% de Morales en 2005 y sobrepasaba el 47,8% del fraude de Morales en 2019—; TuVotoCuenta dio el 53,0% (Arce) y el 30,8% (De Mesa). En ambas, Camacho tenía el 14,1%.
¿Por qué estos resultados? Un análisis desprejuiciado empieza por el cansancio electoral: un proceso iniciado en octubre de 2018 con la convocatoria a primarias, fracasado en octubre de 2019 con el fraude y que llegó a octubre de 2020 —tras tres postergaciones por la pandemia—, sin finalizar la crisis sanitaria y dentro de una crisis económica de amplias proporciones que tensionará, sin dudas, la gestión del próximo gobierno.
El segundo factor: la desunión de los opositores al MAS —siete partidos y alianzas— frente a una organización —más que un partido, aunque en el imaginario lo sea— que, más allá de fricciones internas, estaba unificado bajo una consigna: volver al Poder. La constatación por las encuestas —tan despreciadas por candidatos sin opciones— de la incapacidad de ganar llevó a la bajada de Juntos al reinicio de las campañas pospandemia, y, extemporánea ya, de Libre 21 y ADN. ¿Hubiera significado algo la bajada —tantas veces autoinsinuada antes— de Creemos? Si sus votos hubieran migrado todos a De Mesa, matemáticamente pudo provocar una segunda vuelta pero también hubiera frustrado a sus seguidores, convencidos de su presunto liderazgo —circunscrito en lo regional, inexistente en lo nacional.
La pandemia de coronavirus desnudó falencias del Gobierno transitorio —además de que abandonó el papel de árbitro para ser participante, lo que perjudicó el proceso alargado—, de la oposición y sus candidatos, y adelantó —ampliándola— la crisis económica que se preveía gestionaría el próximo gobierno. Esto ayudó a Arce: como ministro de Economía administró —con aciertos y desaciertos— el boom extraordinario de ingresos por materias primas que, entre 2008 y 2014, dio una falsa bonanza al país pero que el gobierno del MAS logró atribuir, en el imaginario popular, a la gestión de Arce y su partido; ese mismo imaginario, lejos de la macroeconomía, ahora le atribuyó la capacidad mágica —suposición muy errada— de poder solucionar la crisis y le dio muchos votos.
Por último —seguro dejo algo sin analizar—, las mismas campañas: el MAS-IPSP y Creemos se lanzaron en terreno —espero con suficiente bioseguridad— a captar votos y devotos, mientras Comunidad Ciudadana se redujo a las redes y los medios, a medias entre la abulia y, quizás, la soberbia.
El discurso de victoria por Arce tuvo tags positivos —unidad, reconciliación, recuperación— y silencios manifiestos —sin mención de Evo ni el grupo de Buenos Aires, distanciamiento en sus mensajes que ya avanzaba desde los sucesos de agosto y posteriores. ¿Cuánto será cálculo político y cuánto voluntad manifiesta?
El domingo, el parto electoral fue sin violencia. Confiemos que el proceso hasta la proclamación oficial y la transición sigan así.