Medio: El Deber
Fecha de la publicación: lunes 20 de noviembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Así son
Según el estudio realizado en agosto de este año por IDEA Internacional, cuatro de cada cinco sub-30 que viven en Santa Cruz nacieron en el departamento, pero cuatro de cada 10 tienen padre o madre que migró desde otra latitud patria. Son solteros primero por edad, pero también reacios al matrimonio. Hay el doble de millennials viviendo en unión libre que compartiendo la vida en pareja legalmente casado. El 51% ya no estudia, el 20% aún está en el colegio y el resto se reparte entre la universidad pública, institutos y universidades privadas. Aquí, en este bolsón de gente, están nuestros 200.000 ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan, reflejados por el último Informe de Desarrollo Humano de la ONU.
Ya se dijo en una primera entrega -publicada hace dos domingos- que son apolíticos: siete de cada diez no les interesa la política, pero sí tiene intención de participar en mejorar la calidad de vida de su entorno -solo el 5% lo hace-. Liga la política a la corrupción y al enriquecimiento ilícito y solo el 2% está inscrito como militante de algún partido político.
Yamir Pérez puede ser un millennial (no hay una fecha exacta de cuándo comenzaron a nacer los millennials, hay estudios que los perfilan como nacidos desde 1980, pero hay otros que llegan hasta 1990. En este caso, del estudio de IDEA Internacional se toma el rango de los nacidos entre 1987 y 2001). Tiene 35 años, un título de sociólogo y un par de diplomados que no le garantizan trabajo fijo. Cree que a los sub-30 cruceños les disgusta los engaños, que están desilusionados de los ‘cambios internos’, que saben que los cambios no vienen de adentro porque la velocidad de la información es tremenda y no quieren ser controlados por los políticos, sean tradicionales o modernos.
“Tampoco creen en corporaciones que ofrecen un salario pequeño por largas jornadas y trabajo extra no remunerado. Eso genera una generación de trabajadores independientes, buscando respuestas en su cotidianidad”, dice Pérez.
El estudio de IDEA lo secunda. Solo el 34% de los millennials cruceño tiene trabajo fijo (20% en el sector público y 14% en el privado). El resto es profesional independiente (28%) o rema en un emprendimiento propio (38%). Eso sí, hay que descontarle a este panorama que el 41% no tiene trabajo y son el rango etario que más sufre por el desempleo en el país: ocho de cada diez lleva más de seis meses sin trabajo. Esto implica que solo el 25% tenga seguro médico (un buen porcentaje de este grupo tiene el seguro universitario) y apenas el 15% hace aportes para su jubilación.
“Anteriormente teníamos la seguridad de que con un título universitario podías caer en cualquier trabajo y tener asegurado un futuro estable. Hoy en día ni en el Estado ni en la empresa privada existe esta seguridad, esta es otra gran razón para que no aceptes un trabajo”, explica Pérez.
La política
Si la generación X fue criada por la televisión abierta y los niños veían cómo un gato perseguía infructuosamente a un ratón, los millennials fueron criados por el cable, con cientos de canales a su disposición y entretenimiento a la carta. Tal vez por ver Discovery Kids tengan una plataforma de demanda política más ligada al medioambiente que al desempleo. Pero allí no acaban las diferencias entre el imaginario de la nueva generación con la anterior. Los equis crecieron -al igual que sus padres- formando su opinión en los grandes medios de comunicación. Ahora, los sub-30 usan Facebook para informarse por sobre la televisión y los periódicos. Tienen información a la carta.
Esto ya tuvo su primera víctima política en el mundo más desarrollado: Hillary Clinton, cuya derrota contra Trump fue achacada, en parte, a la oleada de noticias falsas originada en Rusia para lograr que “el imperio” tenga a una estrella de reality show como presidente. Este fenómeno está siendo monitoreado en América Latina a través del Latinobarómetro y ve cómo la democracia churchiliana (el concepto que reza que por más problemas que tenga, la democracia es el mejor sistema de gobierno) ha perdido cinco puntos de apoyo y eso se ha traducido en resultados extraños, con Trump, el Sí al brexit, el No a la paz en Colombia o un aumento en el ausentismo electoral.
En Bolivia, podríamos comenzar a notarlo. Una pregunta del estudio de IDEA rescata el dato que los sub-30 cruceños no están conformes con la democracia, que el 69% cree que tanto los partidos como el sistema mismo no ha logrado representar lo que la gente quiere y que deberían cambiar para lograr mayor participación y garantizar el bienestar.
Tal vez la millennial más poderosa del país sea Adriana Salvatierra. A los 28 años, la senadora masista ya ha comandado la preselección de candidatos judiciales, ha presidido la Brigada Parlamentaria Cruceña y se apresta a comandar la aprobación final del Código Penal. “Más que a los partidos políticos, el desafío de llegar a los millennials se lo planea al único partido político que tiene un programa y necesitamos que ese programa se asiente en la juventud. La Agenda 2025 es la agenda de los jóvenes y se ha fallado en su difusión. ¿Qué propuesta tiene la oposición para el país? No hablo de un programa de 50 páginas, sino de una propuesta país que se legitime en la ciudadanía, que tenga legitimidad en el imaginario colectivo, como la industrialización, ser el corazón energético del sur, la seguridad laboral para los jóvenes y la universalización de los servicios básicos”, dice Salvatierra.
Su espejo en Santa Cruz quizá sea Vladimir Peña, criado políticamente por Rubén Costas, la voz del gobernador cuando él no quiere hablar, jefe político de Demócratas. El abogado, de 35 años, de entrada aclara que la Gobernación participó del estudio, que estamos ante la generación mejor formada de la historia, que tiene la información en sus manos y que tal vez por eso sea más crítica con la clase política. No parece preocupado por el desinterés de los jóvenes de participar en política. Recuerda que la clase política siempre es pequeña, en cualquier parte del mundo, y asegura que su partido, el Movimiento Demócrata Social, es joven, que el 30% de los 200.000 militantes inscritos ante el Tribunal Supremo Electoral son menores de 40 años.
Situados en antípodas ideológicas, Salvatierra y Peña coinciden en ciertos puntos sobre la nueva generación: creen que le dan espacios a los jóvenes. Si Peña resalta a sus sub40, Salvatierra explica que el 13% de los asambleístas nacionales del MAS llegaron al cargo con menos de 30 años, que los 25 senadores que tiene su partido solo una repite el cargo, lo cual implica renovación.
Desde afuera el diagnóstico es más despiadado. Ya lo dijo Nakai Mirtenbaum, de Me comprometo con Bolivia: dejó de ir a las reuniones de un partido porque en lugar de ideas se discutían pegas. Y así lo analiza José Antonio Prado, generación X, cabeza canosa y visible de la Revolución Jigote y parte de Cedure.
“Me angustia ver partidos políticos que incorporan jóvenes en la administración pública como simple carne de cañón y rápidamente los forman para entender como normal la prebenda y la lógica feudal tradicional con que se manejan hasta hoy las instituciones. Vale decir, incorporarlos sin espacio para proponer, sin entregarles las llaves de la confianza en sus ideas sino forzarlos a adaptarse o irse: califico esta práctica como un verdadero crimen”, dijo.
Prado cree que deberían dejar que manejen el barco, que se equivoquen, que aprendan de sus errores dándoles las herramientas que necesitan para su formación, poniéndose las otras generaciones a su disposición. “Siempre he escuchado a mi viejo (el arquitecto Fernando Prado) decir que cuando su generación estuvo lista, los entonces viejos confiaron en ellos y el resultado fue bueno. ¿Nos atrevemos otra vez?”, pregunta.
El sociólogo Pérez ve que su generación está harta de ver a políticos que creen en una cosa, pero defienden otra bandera, por eso es más radical y cita a Noam Chomsky para justificarse: Los seres humanos deberíamos dedicar nuestras vidas a la actividad creadora y científica, dejando para las máquinas todas las tareas administrativas, incluso la administración del Estado”.
Pérez propone que se debe cuestionar a los gobiernos militantemente, no por un partido, sino por humanismo. “Si los viejos enemigos se unen para desangrar el Estado, ¿por qué no podríamos hablar entre diferentes para poder construir un futuro mejor?”, propone. Serán el 40% del padrón electoral. Si se ponen de acuerdo, el futuro está en sus manos.