Medio: El Deber
Fecha de la publicación: miércoles 23 de mayo de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Hoy Venezuela, sumida en una grave crisis por culpa de las políticas chavistas, depende completamente del financiamiento chino.
Este
financiamiento, que también benefició al resto del ALBA, casi siempre
se paga o garantiza con petróleo y otras materias primas. De este modo,
China se asegura la provisión de recursos naturales que constituye su
gran preocupación estratégica. Además, envía a sus gigantescas empresas
estatales al continente. Característicamente, estas inversiones sirven
para comprar empresas ya existentes y están orientadas a facilitar la
exportación de materias primas latinoamericanas a territorio chino.
Otros rasgos de esta inversión son la adquisición de insumos de empresas
compatriotas y, en algunos casos, la contratación exclusiva de
trabajadores chinos.
Esta invasión comenzó en 2009, cuando Pekín
desplegó un esfuerzo diplomático para presentar a China como una
potencia no intervencionista y una “sociedad de mercado”. Dicho esfuerzo
se tradujo en acuerdos comerciales que han incrementado
fundamentalmente el comercio entre China y América Latina.
En
este momento, todos y cada uno de los estados latinoamericanos tienen a
China como el primero, el segundo o, máximo, el tercer proveedor de sus
importaciones, que sobre todo consisten en bienes industriales. Al mismo
tiempo, China solo compra el 10% de las exportaciones latinoamericanas,
que en más de la mitad son de cobre, hierro y soya, y provienen de
Argentina, Brasil y Chile; por ello, la relación resulta tremendamente
deficitaria para Latinoamérica.
El comportamiento de los chinos cuando llegan a países gobernados por sus aliados, como Evo Morales, es terrible. No solo arrebatan fuentes laborales a los nacionales, sino que no faltan empresarios que maltratan a los obreros locales. También se han denunciado contratos corruptos y destrozos graves a la flora y fauna, pues estas empresas parecen estar acostumbradas a trabajar sin ninguna sensibilidad ambiental.
Doria Medina