Medio: El Deber
Fecha de la publicación: domingo 04 de octubre de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Son 14 días que muestran una elección aún abierta, con un tercio de electores indecisos y un 8% de personas que saben a quién apoyarán, pero que no quieren decirlo. Quedan dos semanas en las que, lamentablemente, la violencia política puede recrudecer entre los partidos, como viene siendo anunciado por altos dirigentes del MAS que insisten en hablar de fraude electoral y de no aceptar los resultados de las urnas si estos no los favorecen.
Sin duda no es una elección normal, no es un proceso en el que se estén discutiendo los planes de gobierno de las fuerzas en competencia, los tópicos de debate tienen que ver con el voto útil, con los debates regionales, con la continuidad del modelo de país que se impuso en Bolivia durante los últimos 14 años. Los protagonistas de la competencia se han enfrascado en el ataque al adversario antes que en la exposición del norte que proponen a los bolivianos.
El agravio hormonal ha reemplazado a la razón. Al final, calentando el escenario, los candidatos esperan que a los electores también los ganen las emociones, como ha ocurrido en ya tantos países donde esas reacciones son aprovechadas por los fabricantes de noticias falsas.
Pero el 18 de octubre será crucial para Bolivia. No solo por la reivindicación y recuperación de la democracia y de la institucionalidad nacional, sino también porque el país está sumergido en una crisis social y económica muy grave. De la responsabilidad y honestidad de los futuros gobernantes dependerá cómo salimos delante de estas circunstancias. Ahora más que nunca el voto debe ser racional y calculado.
Así también, el raciocinio es el que debe prevalecer el día después de las elecciones. Hay observadores internacionales, hay un nuevo Órgano Electoral que ayudan a confiar en que el proceso está siendo bien llevado. Quienes insisten con denunciar fraude no deben olvidar que los vocales del TSE fueron elegidos por dos tercios en la Asamblea Legislativa que es controlada por el MAS.
Entonces, no ayudan los candidatos al insistir en la confrontación y los escenarios de violencia, porque con esta solo se ayuda a quienes insisten en generarla, en mentir y en perjudicar el proceso electoral.
Bolivia lleva más de 20 años de inestabilidad política. Desde la recuperación de la democracia, son varios los presidentes que no gobernaron durante todo su mandato por la inestabilidad política imperante. En el otro extremo, tuvimos un mandatario que se creyó dueño del poder para hacer y deshacer, para disponer de los recursos del Estado como si fueran su patrimonio personal. Son las antípodas de esta democracia que tenemos en el país, las mismas que ya cansan a la ciudadanía que anhela una nación con paz, con planificación del desarrollo, con educación y propuestas de valor para sus nuevas generaciones.
Lo anterior es una llamada de atención para los candidatos. Deben dar la talla para ser lo que el país necesita. De eso depende la gobernabilidad nacional. Y el futuro cargado de oportunidades que todos necesitamos.