Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 18 de septiembre de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En éste, primero Añez insistió en la frase “entrega de bonos” numerosas veces, porque las encuestas que realiza el oficialismo han detectado que ello es algo que la ciudadanía aprueba. Y luego se lanzó contra sus dos principales rivales, Evo Morales y Carlos Mesa. Al primero lo acusó de autoritarismo y abuso; y a Mesa, de lo contrario, de ser tibio y no comprometerse.
El tiro le salió por la culata. El indisimulado carácter político del supuesto “discurso institucional” de Añez generó una avalancha de críticas de varios sectores.
Uno de los elementos más rechazados fue que Añez hubiera aparecido junto a los símbolos patrios al dar su discurso: la mandataria estaba dando un presunto mensaje oficial, pero en el marco de su campaña electoral. Finalmente, sus adversarios criticaron también que el canal estatal hubiera transmitido el mensaje.
Durante 14 años, Añez y su actual entorno, por entonces parte de la oposición, criticaron al expresidente Evo Morales por hacer precisamente eso, es decir usar los bienes del Estado para fines particulares. Los otros candidatos a la presidencia, en este caso, no tienen la misma posibilidad de dar un discurso, transmitido por TV, para presentar sus propuestas.
Todo esto demuestra la inconsecuencia de algunos políticos, que dicen una cosa cuando están en la oposición y hacen otra cuando llegan al poder. Esto se ha observado a lo largo de la historia del mundo. En el caso de Añez y su círculo más cercano, la situación es más chocante debido a que insistieron mucho en ese asunto y lo hicieron hasta hace relativamente poco, es decir 10 meses atrás.
También es interesante hacer notar que la Presidenta firmó al principio de su gobierno un decreto supremo en el que prohíbe el uso de su imagen para promover obras públicas y hacer propaganda. Ella ha sido la primera en violar esa norma.
En Bolivia los servidores públicos no tienen una conciencia clara de que los bienes estatales no son suyos, sino, precisamente, del Estado. Ello se observó en el gobierno anterior, que ordenó construir palacios para Morales y hasta un museo para ensalzar su figura.
Lo mismo ocurre con los medios públicos, los políticos creen que les pertenecen a los partidos de turno en el poder. El país tiene que atravesar por un largo camino todavía para que estas circunstancias cambien.
Por lo demás, todo esto no ha hecho más que dañar la golpeada imagen de la Presidenta, que pasa por momentos difíciles en su gestión, y todavía más duros en su intento de llegar a la presidencia en las próximas elecciones. Su cuestionada candidatura no ha hecho más que traerle problemas y pérdida de apoyo -sin mencionar la comisión de errores como el que comentamos en esta nota- y restar valor a su rol como depositaria de una transición democrática histórica, después de una elección fraudulenta y una crisis política signada por la violencia fratricida.
Más allá de lo que el destino le depare a la presidenta Añez, deberíamos exigir a los mandatarios coherencia entre lo que hacen y pregonan. Después de 14 largos años marcados por el uso abusivo de bienes del Estado, estos actos no sólo deben ser señalados, sino proscritos.