Los españoles se aprovecharon no sólo de las dificultades que implicaba mover un gran aparato de guerra, sino de la situación en la que se encontraban tantos incas como aztecas, divididos por las pugnas internas entre facciones que se disputaban el monolítico poder imperial.

En la parte que nos toca a los bolivianos, la verdad que nada ha cambiado desde esos tiempos remotos. Los enemigos siguen siendo externos, no tenemos la menor idea de quiénes son realmente y encima de todo, no sabemos cómo enfrentarlo, no nos ponemos de acuerdo y hablar de unidad para luchar contra el enemigo parece más difícil que abrirle las puertas al mismísimo diablo.

Evo Morales sigue disfrazándose de muchas cosas, entre ellas de un candidato que está luciéndose con sus dotes de cínico y sinvergüenza; aparece inofensivo en las encuestas, confunde con el mito del “voto duro” y otro que ahora llaman “voto imposible” y se camufla en el “voto oculto”, categorías que manejan los sabihondos del marketing político que no quieren llamar a las cosas por su nombre.  

Las mafias del narcotráfico, el comunismo internacional, las fuerzas globalistas, los chinos, los rusos y los iraníes están poniendo grandes sumas de dinero para asegurar el retorno de Evo Morales. Eso se lo ve en el comportamiento de organismos supranacionales, en lo que publican grandes diarios de “prestigio” mundial que siguen defendiendo al prófugo, en la conducta de periodistas de la CNN y la actitud de líderes de varias naciones que continúan dándole apoyo.

Si nos diéramos cuenta de que no sólo está en peligro la democracia del país, sino su integridad y su futuro como nación, seguramente adoptaríamos otra conducta frente a las próximas elecciones, otra actitud frente al MAS, que no es más que un Caballo de Troya que seguirá metiéndose cada vez que pueda hasta conseguir la destrucción y enseñorear el orden criminal que estaban consolidando hasta el año pasado.

La negativa a realizar alianzas estriba en el objetivo de conseguir un nuevo gobierno fuerte, un nuevo centralismo y una nueva concentración que puede resultar tan perjudicial como la que tratamos de dejar atrás. Por qué no ayudar a consolidar las fortalezas regionales, los liderazgos locales y las alianzas del centro con la periferia. Eso le daría fuerza al conjunto, a recobrar el pacto como forma de convivencia y a evitar que nos siga ocurriendo lo que pasó con los incas.

La negativa a realizar alianzas estriba en el objetivo de conseguir un nuevo gobierno fuerte, un nuevo centralismo y una nueva concentración que puede resultar tan perjudicial como la que tratamos de dejar atrás. Por qué no ayudar a consolidar las fortalezas regionales, los liderazgos locales y las alianzas del centro con la periferia. Eso le daría fuerza al conjunto y a recobrar el pacto como forma de convivencia.