Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: jueves 17 de mayo de 2018
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Las dos opciones, desde luego, traen la misma concepción original de la estupidez elevada al cubo. La historia lo demuestra y los nefastos personajes que lo llevaron y aún llevan a cabo lo refrendan son sobrado descaro. No debe dejar de preocuparnos la macabra intromisión del Estado en nuestras vidas que diariamente se ven desgastadas por su rol acaparador, corrupto (r) e inoperante. Único criminal del siglo XX y XXI que compra conciencias, las regala, las soborna, las corrompe y las rifa a su antojo. Hay pues, un afán maquiavélico del aparato estatal de querer destrozar la integridad, los derechos y la dignidad de la sociedad civil en pro de una imposición monolítica caudillista, valiéndose del poder que le otorga el monstruo del Estado, que ignora y hace añicos el bienestar, la convivencia y, sobre todo, las aspiraciones y potencialidades democráticas del individuo.
12 años de gobierno evista han demostrado, con más pena que gloria, que el Estado se ha constituido en un quebrantador del bien. Tu gobierno, presidente Evo Morales Ayma, se caracteriza por un estatocentrismo en beneficio de pocos oportunistas y vivillos que cada vez más se convencen de que tu “proceso de cambio” es una oportunidad irrepetible e intransferible, en desmedro de los intereses y las oportunidades de la real sociedad civil, el grueso de la mano de obra y el capital humano fundamental para abrir espacios de prosperidad, pero todo eso vale menos que un soberano cacahuate.
Tu gobierno, no solo se ha encargado de crear escepticismo y descrédito en la figura presidencial, sino también en el Estado mismo, ese que está para servir a los demás y no servirse de los demás. El Estado como regulador político y social que armonice en la justa medida los conflictos internos. Pero no, tu gobierno se ha ocupado de cooptar conciencias, amordazar aspiraciones y anquilosar al individuo. Citando a Ortega y Gasset: “El hombre masa, sintiéndose vulgar, reclama con orgullo el derecho a su vulgaridad”. En efecto, Gasset no solo alerta sobre la inercia que provoca el hombre masa, sino también sobre el comportamiento peligroso que significa su conformismo y su indeferencia frente a los problemas que deterioran las condiciones más elementales del individuo. Querido, ¿qué es peor? ¿La ignorancia o la indiferencia? No sé ni me interesa.
“Este es el peligro más grave que amenaza hoy la civilización: la intervención del Estado; la absorción de todo esfuerzo social espontáneo por parte del Estado, es decir, de la acción histórica espontánea, que a largo plazo sostiene, nutre e impulsa los destinos humanos”.
La política tradicional, entendida como un tipo de acción y racionalidad gubernamental concreta en nuestro medio, ha perdido, presidente Morales, su peso histórico de cara a los intereses de los ciudadanos. Mientras tú insistes en que te debes a “tus sectores sociales” y viceversa (elites de poder), mientras te gastas la plata en millonarios elefantes azules que benefician a un puñado de personas, mientras ejerces la función de un ogro filantrópico como estrategia para mantenerte vigente y necesario, pretendiendo convencer sobre una política asistencial que ya hace aguas por todos lados. El grueso de la sociedad civil boliviana batalla por ser libre, ser mucho mejor, hacer de su entorno un espacio más próspero, construir un futuro en el presente, luchar para que sus derechos sean atendidos así como son demandadas sus obligaciones. Lucha en medio de una desprotección democrática. Reclama mejor calidad de vida, bienestar, oportunidad, equidad, inversión en cultura, salud y justicia. Todas estas demandas, Presidente, son legítimas, vitales, están al margen de colores políticos, derechas e izquierdas absurdas, son, pues, “exopolíticas”, que tienen como centro gravitacional la vida, el futuro y la prosperidad. Tu gobierno, ha convertido la política en biopolítica, es decir, la necesidad de hacer creer que en este país debe existir un amo que reparta alimentos, dádivas, regalos, premios para los que están con tu “proceso de cambio, palo e intimidación para los que difieren de tu posición monolítica. Bonos para los subordinados para hacer creer que se está “garantizando la vida” y “protegiendo al desamparado”.
La biopolítica no es política, desde ningún punto de vista.
Tu gobierno se ha gastado 1000 millones de bolivianos en “cuatro obras que no se justifican” para nada. Mientras tanto, la boliviana, Fabiana Abastoflor, una excelente atleta que participó en el Mundial de Gimnasia Rítmica en España, apenas pudo viajar a esa competencia con recursos propios: "Todo el tiempo de preparación lo hace sola, no tiene recursos para estar aquí, de hecho viene con dinero propio, es un esfuerzo enorme el que hace por venir aquí", destacaba una de las comentaristas, mientras Fabiana ejecutaba su rutina con orgullo y gallardía.
Mientras te gastabas 48 millones de bolivianos en tu museo de Orinoca, la salud y la cultura en este país sufrían y seguirán sufriendo una pobreza insultante. Cultura para todos, en su horario habitual de las 3 de la mañana, dice Les Luthiers.
¿Y la salud en Bolivia? ¡Bien gracias!
450 millones de bolivianos te costó el edificio del Parlamento Suramericano, mientras tanto el gran humorista, director y actor de teatro, David Santalla, se pregunta: ¿Somos mendigos o artistas? “Me gusta el humor pero acá me han puesto de mal humor y no es culpa de los potosinos, sino de quienes manejan".
Hay que invertir en cultura para que se consuma cultura, Presidente.
Mientras invertías poco más de 245 millones de bolivianos en la construcción del aeropuerto internacional de Chimoré, el presidente del Comité Olímpico Boliviano (COB), Marco Arze se cuestionaba: “Se están esgrimiendo una serie de argumentos para justificar algo por el que el deporte no ha recibido apoyo. Que se demuestre el presupuesto que tiene el Ministerio para el deporte, ¿cuánto ha ejecutado? Porque ninguna asociación recibió apoyo económico. Entonces ¿dónde está ese dinero”?
Y ahora, como si se tratara de una subasta, ofreces 30 mil dólares a los atletas que ganen medallas, vaya incongruencia, invertir una millonada en escenarios deportivos y olvidarse de potenciar y apoyar a los verdaderos artífices del evento. El dinero no compra rendimiento ni talento, Presidente.
En Bolivia, presidente Morales, coexisten sin prejuicio alguno el Mercedes y la carretilla, edificios millonarios y las barriadas humildes y las comunidades pobres, los supermercados y los basureros, los autos blindados, un avión presidencial de 38.7 millones de dólares, dos helicópteros para tus viajes que costaron 5, 5 millones de dólares y escuelas que se derrumban, estadios construidos en poblaciones lejanas y hospitales que colapsan y enfermos con cáncer que dan ultimátum para abrir radioterapia.
Han pasado 12 años de pena y sin gloria y todavía me pregunto sobre el rol mínimo del Estado y la participación máxima del individuo como artífice fundamental del cambio y el avance. No existe tal ecuación. Más aún, el Estado, tu estado, reformado a tu imagen y semejanza, se ha convertido en la máxima influencia coercitiva de poder fáctico sobre la comunidad que, desde luego, está reflejada en la sociedad civil.
Quienes crean que Estado y Leviatán son instrumentos de dominio en pos de alcanzar la paz y derrotar el mal para que prevalezca el bien, están equivocados de cabo a rabo, pues en esencia, más valdría huir de ese “Pacto Social” monstruoso y apostar por el bien común, por la autogestión de los individuos en tanto y en cuanto sean parte de una mancomunidad que se fortifique y se engrandezca en la diversidad, la coparticipación y la libertad en propósito de una colectividad, que estar a expensas de un opresor de libertades, un ogro que se traga diariamente los sueños y las esperanzas.
Las buenas nuevas, presidente Evo, es que esa sociedad civil legítima, ha comenzado a organizarse y autogestionarse sus espacios de poder en comunidad. Su afán va más allá de colores y sabores políticos. Está fijada en un empoderamiento coparticipativo que se fortalece en sus carencias y necesidades y se fija metas también mancomunadas. Esa sociedad civil progresista y liberadora será tu principal opositora en las elecciones de 2019, si es que no ocurre nada extraordinario.
En Latinoamérica, sentenciaba Jorge Luis Borges, es posible que el progreso se logre no cuando lleguen buenos gobiernos, sino cuando los individuos se independicen del gobierno en la mayor medida posible. “Un mínimo Estado y un máximo individuo.”