Al parecer el único virus que les preocupa a varios políticos es el de la política y por esa razón nos llevan a las elecciones, sin que importen las consecuencias sanitarias y los problemas de seguridad que acarreen, la boliviana es una sociedad compleja y la mayoría de sus complejidades tienen que ver con el ámbito del poder, lo que termina siendo compresible en esta coyuntura, porque unos lo necesitan para evitar rendir cuentas de catorce años de corrupción y abusos y otros porque encarnan una alternativa democrática, que aspira a la convivencia razonable, pese a que es diversa y hay innegables diferencias ideológicas entre sus exponentes. Solo tres aspirantes tienen posibilidades como se deduce de las encuestas, pronto tendremos la de Jubileo que es la más confiable y esa información servirá para precisar los porcentajes y establecer si toda la carne se pone al asador en la primera o en la segunda vuelta. Está claro sin embargo, que existe en el electorado prisa por entender el panorama, antes de que sean inminentes los comicios, pues mucha gente espera tener pronto una idea respecto a las alternativas efectivas que existen, buscan orientar con inteligencia su voto, dado que esta elección no es sobre las simpatías que puedan generar los candidatos, lo que gran parte del electorado ansía averiguar es si el masismo llegará a su fin y sus líderes rendirán cuentas de estos años o terminará ese esquema recomponiéndose pese al rechazo mayoritario que tiene. El voto se concentrará en dos candidatos, eso parece inevitable, lo único que está en debate por poco tiempo, es quiénes serán los escogidos y también se tiene que responder la pregunta, respecto a la conformación política que vaya a tener el Congreso y si surge la posibilidad de que una segunda vuelta confiera mayor pluralidad a las cámaras o la situación obliga a que la polarización también se refleje en ese ámbito. Las ansiedades por la candidatura de Evo Morales que finalmente fue rechazada y otros incidentes electorales, son de trascendencia menor y sirven para definir el grado de inestabilidad y violencia que pueda tener el proceso electoral, pues la política ha logrado opacar las demás preocupaciones y como es propio de toda sociedad inmadura, muchos desean creer que todas las soluciones vendrán milagrosamente de la conformación de un nuevo gobierno, sin admitir que el problema es una sociedad fracturada por una crisis institucional profunda. Lo que se percibe es enojo y frustración, pues las contradicciones axiológicas, las diferencias regionales y las miserias humanas, no solo están intactas sino que se exacerbaron y representan un recordatorio permanente de lo metafísica que puede ser la política y lo ciclos del cambio histórico y cultural, por eso hay tanta pobreza propositiva e inclusive renuencia a debatir, las posturas parecen estar claras, pero las emociones subyacentes suelen ser políticamente incorrectas, así como los demonios que muchos continuamente escuchan, pero temen revelar, porque muestran una realidad que tiene una crudeza difícil de soportar y una fealdad que durante décadas se pretendió solapar.