Medio: El Deber
Fecha de la publicación: lunes 07 de septiembre de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Paz se alió luego, en 2002, a regañadientes a Goni para tratar de salvar la ya menguante democracia. Pero la dinámica de confrontación de los tres había convertido a la política boliviana ya en un lodazal, carente de todo respeto y credibilidad para la ciudadanía. Durante más de una década intentaron anularse para reinar y, cuando se acordaron del país, él se enfrentaba al homicida bloqueo de septiembre/octubre de 2000, con un Banzer al borde de la renuncia.
Desde 1997, Banzer se había encargado de convertir a Goni en una mala palabra y aspiraba a prorrogar el gobierno ADN-MIR demoliendo todo el legado del empresario, al menos en el terreno de las percepciones. La crisis económica internacional iniciada en 1998 y la promesa de coca cero ante Washington, a cambio solo de que le permitiera un nuevo cogobierno con Paz, sin la ayuda imprescindible para compensar la erradicación de cultivos, hizo el resto. Bolivia se convirtió en una bomba de mecha corta.
Estalló en octubre de 2003, a la vista de una mayoritaria población nacional que no movió una falange para defender al nuevo gobierno de Goni de ese proceso golpista, incendiado por el racismo de Felipe Quispe y bien aprovechado por el ya soldado de Hugo Chávez, Evo Morales, héroe sobreviviente de la coca cero.
Para ganar las elecciones de 2002, Goni había demolido previamente a Mafred Reyes, que tres meses antes ostentaba un 40% de intención de voto. Terminó en 20,91%, y tercero. Los asesores yanquis de Goni lo lograron mediante otra campaña negativa inmisericorde, basada en denuncias de enriquecimiento ilícito contra el excapitán. Luego, Reyes, en medio de la voraz crisis económica que el país transitaba, se tragó el orgullo, a cambio de ministerios eso sí, e hizo presidente a Goni.
La amalgama nunca cuajó. La democracia ya estaba herida de muerte. Había resultado vaciada de valores y contenidos, de crédito y dignidad. La política era ya un pantano de donde nada bueno parecía poder rescatarse.
Y de esos lodos, estos golpes. Así llegó octubre 2003 y, pronto, lo poco que faltaba para terminar de pavimentar el camino de Morales, Chávez/Maduro y los Castro al poder: 14 años de antipatria y antidemocracia, corrupción, fraude, coca-cocaína, persecución política y a menores: pederastia y estupro.
Hoy, los bolivianos de a pie, protagonistas de la gesta de octubre/noviembre de recuperación de la libertad, vuelven a presenciar incrédulos la misma tragedia, y no como la comedia que presagiaba Marx. Misma virulencia cainita, mismos enconos, un reparto protagonista o secundario en buena parte repetido, copiadas armas de marketing, mismas ambiciones, misma irresponsabilidad suicida. No cuento al MAS porque esa no es una organización democrática. Sí a los demás, envueltos en una batalla campal para entera satisfacción de Morales, experto, con sus amigos antibolivianos, en aprovechar cualquier resquicio y pretexto para usurpar el poder.
Las campañas de los considerados democráticos está vaciando nuevamente de valores y sentido a la política y a la democracia. Están dinamitando los puentes de diálogo, minando el necesario camino al entendimiento futuro en la ALP para dar la batalla allí contra Morales, acaso el mayor enemigo que haya tenido Bolivia nunca. El espacio no permite mayores desarrollos sobre la situación y responsabilidades de cada fuerza. Así que me limitaré ya no a pedir patriotismo, porque es evidente que las candidaturas han cedido la práctica de esa virtud a la población que la ejerció como pocas veces se ha visto en pueblo alguno durante la gesta que puso en huida a Morales.
Solo me atrevo a pedir que revisen la historia desde el “Mis manos ya no están atados”, que renuncien al oficio de aprendiz de brujos, al juego del pequeño estratega y político, que asuman que ninguno está dando la talla y que nos ahorren este desfile sin patria, de mediocridad y miserias.
A todos, recordarles que no son más que un momento de un proceso histórico de recuperación del país de manos de su secuestrador, y que están llamados a asumir que si hoy están aquí es para servir de instrumentos eficaces para ese fin. Ese es su sentido en este proceso, y acaso el de su presencia en el mundo, específicamente en este rincón del planeta que defiende su derecho a vivir, a labrarse la vida como pueblo, a forjarse un proyecto común, para todos, en paz, con pan y esperanza.
A la presidenta me animo a recordarle que ella es la primera llamada a abrazar ese nuevo y viejo mandamiento. Que busque el diálogo y el acuerdo, que no escuche a quienes le dicen que el poder debe ser solo suyo y de su entorno, que no se comparte. Que se aleje del solipsismo y la autosuficiencia. Y que busque a Tuto Quiroga, en principio el candidato más afín. Que ceda, que garantice a Bolivia contar no solo con fortaleza para enfrentar a Morales sino también con agudeza. El gobierno no le pertenece, le pertenece a Bolivia y Bolivia le pide reunir al mayor talento posible para defenderla del golpismo que se repetirá por años y de la crisis económica que él, al que se ha sumado la pandemia, nos ha dejado de herencia como otra bomba de tiempo. Le pido también que trate de pasar por encima de su amargura por los ataques recibidos, posiblemente oportunistas y precipitados en buena parte, que responda con la mayor transparencia y busque también el diálogo con Mesa.
Que procure puntos de acuerdo para la segunda vuelta y el control de la ALP en la próxima legislatura en torno a principios capitales, como el desmontaje del estado evista, la lucha solidaria contra la crisis económica, el rechazo conjunto al golpismo de Morales y el compromiso de clausurarle toda posibilidad de impunidad, empezando por que quien gane abrogue los decretos de amnistía de 2003.
Y que cese ya este Vietnam electoral, que está destruyendo, nuevamente, los valores y la convivencia democráticos entre demócratas, y desatando las violentas manos de Morales.