Un otro reto importante es explorar la posibilidad de que los bonos 4.0 tengan condicionalidades e impactos no sólo de cobertura, sino en temas de creatividad, innovación, emprendimiento y empleo. Veamos dos opciones.
Mantención y creación de empleos de calidad. En momentos de crisis, el Estado puede pagar un bono a un trabajador que pierde el empleo, pero también a la empresa, que recibe una transferencia pública para mantener el puesto de trabajo coyunturalmente. En España este sistema se llama expediente de regulación temporal de empleo (ERTE).
Bonos que mejoran el capital humano y la competitividad. Se podría establecer un bono para jóvenes de los últimos cuatro años de secundaria. Digamos 500 por año. Cuando salga bachiller, este tendría derecho a 2,000 Bs. Estos recursos los podrán usar exclusivamente para seguir una carrera universitaria o técnica. Si el estudiante opta por estudiar ciencias de datos, por ejemplo, el Estado activa fondos de contrapartida para apoyar sus estudios (matching fund). Si la estudiante no prosigue sus estudios el dinero se revierta al Estado.
Los bonos nos acompañarán por un buen tiempo, la bonocracia continuará, pero a largo plazo la lucha contra la pobreza y la desigualdad y el impulso la innovación deben basarse en el desarrollo de las capacidades de las personas para que ellas puedan convertir sus derechos en libertades reales, de ser o hacer algo por su propia voluntad (Amartya Sen) y esto se logra haciendo del empleo de calidad la mejor política social, y proveyendo servicios básicos de calidad como un derecho humano y no un favor del Estado.