Medio: El Día
Fecha de la publicación: viernes 11 de mayo de 2018
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Problemas de gobernabilidad
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La afirmación corresponde, aunque no con las mismas palabras, al notable intelectual cruceño, Roberto Barbery Anaya, vertidas en ocasión de un evento académico, en el que se analizó la Revolución Rusa y su influencia en el socialismo del siglo XXI. (El Deber, 8 de mayo de 2018).
Por todas las señales hasta aquí presentes, seriamos, en grado sumo, incautos cavilar que el MAS y Evo Morales puedan dejar democráticamente el poder. Es decir, aceptar una eventual derrota en las urnas. Esta posibilidad, aun cuando con una oposición discapacitada y funcional, no se descarta para las próximas elecciones generales del 2019; habida cuenta de que el antievismo y el antimasismo crecen inconteniblemente en las calles de las ciudades. Este posible escenario, ciertamente, está en los análisis y cálculos de la cleptocrática elite azul, provocando terrible psicosis y paranoia, al interior de sus filas. Les causa pavor el futuro sin el control del poder. Tendrían que, al igual que los pillos neoliberales, de inmediato, ponerse a buen recaudo; pues si solo escarbamos los contratos por adjudicación directa de todas las obras y megaobras, suscritos y ejecutados en estos doce años de gobierno, la lista de irregularidades, monstruosidades y desfalcos descomunales, sería interminable. El régimen masista pasaría en la historia, como el gobierno de las más profundas transformaciones sociales al más corrupto de toda nuestra triste historia, donde desafortunadamente, tanto los gobiernos de izquierdas como de derechas, se han caracterizado por ese desmedido y cínico afán de acumulación material temprana, con la administración de los recursos fiscales y el excedente económico. Los nuevos ricos jamás forjaron sus fortunas con lógicas y prácticas productivas, peor aún en los periodos denominados “revolucionarios”. La revolución del 52, por ejemplo, forjo a los nuevos “ricos rosados”. Así mismo, la actual “revolución” que dio paso al Estado Plurinacional” ha generado una nueva casta: los “nuevos ricos azules”, quienes están fraguando enormes fortunas en la burocracia estatal, con la concepción de megaobras, proyectos, administración y adjudicación de contratos. La novedad es que, en estos “nuevos ricos”, se democratizo el color de la piel.
Ahora bien, las señales de que no dejaran el poder democráticamente son inequívocas, pues las pretensiones de mantenerse “de cualquier forma y a cualquier costa”, están cotidianamente presentes. No solo en el manejo arbitrario y discrecional de las reglas democráticas, sino también en sus arengas y alocuciones. El vicepresidente, por ejemplo, señalo que estarían “dispuestos a defender el proceso de cambio en las calles”. Hace poco, un tenebroso dirigente cocalero señalo que “jamás entregarán el Estado Plurinacional a la derecha”. Ni que hablar del presidente que, cuando ve oportuno, arenga que “no son inquilinos ni están de paso por el palacio”. El mensaje es claro: si pierden en las urnas defenderán el proceso en las calles, con las milicias cocaleras a la vanguardia.
Está claro que, en la intención de mantenerse en el poder “de cualquier forma y a toda costa”, subyace la irreversible pérdida de hegemonía. Las urnas, en ese sentido, ya no se constituyen en sus principales aliados. Fue ese terrible temor a las urnas precisamente lo que les obligó a habilitar al caudillo a la re-re-repostulación de manera directa, soslayando al soberano, pues su derrota hubiera sido aún más categórica.
Sin embargo, como sostiene Norberto Bobbio en su “canonizado” libro “El futuro de la democracia”: en aquellos Estados donde los derechos de libertad y participación de los ciudadanos han sido reconocidos constitucionalmente, la posibilidad de retrocesos a regímenes autoritarios es extremadamente difícil, pues la resistencia ciudadana sería inminente y sistemática. De ahí nace precisamente ese sentimiento condenatorio de gran parte de la ciudadanía al hecho de no respetar los resultados del 21F, rechazando la repostulación “de facto”.
Este cuadro pinta un horizonte muy complicado en la política nacional, que oscilará entre democracia y dictadura.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón