Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 26 de julio de 2020
Categoría: Institucional
Subcategoría: Servicio de Registro Cívico (SERECI)
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Sí, hubo fraude en las elecciones de 2019, y fue estructural. En las últimas semanas y meses se ha acentuado una campaña, in terna e internacional, que trata de persuadir a la opinión pública que “no hubo fraude”. Los argumentos son tecnicismos estadísticos que no mellan las evidencias objetivas del fraude: actas adulteradas, actas llenadas por la misma persona, o intromisión de personas no autorizadas al sistema informático y de cómputo.
En esta nota, mostramos que los resultados de la elección 2019, potencialmente, develan el uso fraudulento del padrón electoral biométrico y manipulación del voto. Antes de entrar a los detalles, recordemos que la lista de inscritos en cada mesa electoral se extrae de los inscritos en el padrón. El sistema informático usa el domicilio físico que declara cada persona para asignarla al recinto electoral más cercano a su domicilio; los nombres de las personas asignadas al recinto se ordenan alfabéticamente en grupos de hasta 220 – 240 personas por mesa electoral, lo que determina el número de mesas por recinto.
Debido a este procedimiento, la estructura de edades de los inscritos en cada mesa refleja las estructuras de edad y sexo de la comunidad asentada en las áreas circundantes al recinto electoral. Por ello, no se esperaría que, entre mesas de un mismo recinto, existan grandes diferencias en estructuras etarias respecto a la distribución normal en la comunidad; y tampoco, en razón de edades, quiebres totales en las preferencias políticas predominantes.
En consecuencia, corresponderían a situaciones anómalas las mesas de votación que tengan desviaciones significativas de la estructura etaria respecto a las distribuciones normales y que, además, concentren el voto en alguna tienda política.
En notas publicadas sobre el padrón etario antes de las elecciones de octubre mostramos que los rangos de edad de 18 a 25 años y de los de 66 años y más (66+) tienen un comportamiento diferente al de los otros ocho segmentos (entre 26 y 65 años) que sí se ajustan a las distribuciones normales. Con este antecedente, revisamos resultados de 33.044 mesas de votación (en territorio nacional), correlacionando estructuras de distribución etaria en estos dos grupos (18-25 y 66+) con los resultados “oficiales” para el MAS y CC.
El cómputo nacional, en números redondos, dio la victoria al MAS (44,3%) sobre CC (35%). La participación promedio para 18-25 fue 21% y para los 66+ fue 10,7%. Hay 1.659 mesas en las que la participación de 66+ es el doble del promedio y en las que el MAS o CC logran 45% o más del voto: el MAS lo hizo en 1.502 mesas (90,5%), en tanto que CC sólo en 72 (4,3%), de manera que, de los 251.836 votos válidos computados en las 1.659 mesas, el MAS acumuló 156 mil (72%) mientras que CC solo 7.200 (3,3%).
En 745 mesas con participación de 66+ tres veces superior al promedio, el MAS gana en 704 (94,5%) y CC en 12 (1,6%): representan casi 70.000 votos válidos para el MAS (75.7%) frente a 750 (0,8%) para CC. En mesas con participaciones de 66+ mayores a cuatro veces el promedio el CC no gana ninguna mesa; el MAS aún lo hace en mesas con hasta 70% de votantes de 66+ que, además, participan igual o más que el promedio nacional, habiendo casos de 100% de asistencia. Todos estos son casos extremadamente poco probables en una distribución estadística normal. Las mismas tendencias en favor de votos para el MAS se observan en mesas en las que se analiza el segmento 18-25.
En conjunto, son elementos compatibles con un padrón biométrico contaminado y con la posibilidad que el voto se puede manipular. Implica que no operó un simple fraude de manipulación informática; se trataría de un peligroso escenario en el que durante varios años se ha urdido una perversa y extensa trama de acciones destinadas a torcer la voluntad popular, que hoy descaradamente defienden quienes la diseñaron y pusieron en práctica.
Es ese fraude estructural el que generó los problemas políticos y sociales en los que estamos sumidos, a los que la Covid-19 ha sumado las crisis de salud y económica. Los voceros del MAS, en vez de amenazar otra vez con nuevos cercos y más muertos, deben dar la cara y asumir sus responsabilidades; si insisten que no hubo fraude, están obligados a explicar, en facilito, las causas no fraudulentas que explicarían los resultados que analizamos.
Entre tanto, una pronta auditoría al padrón electoral y al sistema de registro biométrico parece ser una condición necesaria para las próximas elecciones.
Enrique Velazco Reckling es un ciudadano hastiado con las imposturas.