Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 17 de noviembre de 2017
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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¿Sin alternativas?
“Es grave el fallo del Tribunal que impide la unión de personas del mismo sexo. Es grave que se tenga que ir a Alemania a defender al TIPNIS. Es grave cómo insisten en la re re re re re elección de Evo, casi dándola como un hecho. Gente, estamos jodidos a menos que planteemos alternativas políticas ya no necesarias, sino urgentes”.
Hace una semana, decidí publicar este comentario en una red social, a
partir de la lamentable decisión del Tribunal Constitucional
Plurinacional en contra del ideal inclusivo para la comunidad LGBTI; el
viaje de representantes del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro
Securé al encuentro del Tribunal Internacional de los Derechos de la
Naturaleza (en Bonn-Alemania) para defender su autonomía indígena; y los
insistentes comentarios de las autoridades nacionales que aseguran la
candidatura de Evo Morales, en 2019, a pesar de ser inconstitucional.
Como muchos otros, no sólo expresé la molestia por estas situaciones,
sino la alarma colectiva por la falta de alternativas políticas para el
futuro nacional, donde la diferencia y la inclusión puedan ser
respetadas. En un contexto cada vez más polarizado y la posibilidad de
apuestas diferentes, acorde a las demandas sociales contemporáneas,
parece difuminarse, es preciso preguntarse: ¿nos habremos quedado sin
alternativas políticas?
Probablemente, a menos que seamos parte de una de las alas polarizadas.
Por lo mismo, insisto en la posibilidad de pensar en alternativas
“urgentes”, que partan de la demanda social organizada. Para ello,
pienso prudente tomar en cuenta los aportes de los teóricos de la
movilización social, particularmente de Craig Jenkins (1994) y McCarthy y
Zald (1977), que plantean la movilización por recursos, complementada
con la lógica de la acción colectiva de Mancur Olson (1985).
Mi intención por asociar a estas dos perspectivas parte de la inquietud
de Jenkins sobre la relación entre los intereses colectivos y los
recursos necesarios para la movilización social. Y porque considero
pertinentes estos aportes al contexto boliviano, donde los movimientos
sociales han logrado constituirse como actores fundamentales en la arena
política. Sin embargo, al haber sido muchos de estos cooptados por el
poder o desarticulados por el mismo, creo que una alternativa política
prudente podría ser constituir nuevos movimientos sociales.
¿Cómo incentivar esta movilización para generar alternativas políticas diferentes?
Primero, es fundamental establecer los espacios sociales necesarios para
debatir dos puntos fundamentales, mencionados anteriormente, sin los
cuales es imposible pensar en una acción política organizada: los
intereses y los recursos.
Sobre el primer punto, cabe mencionar la crítica desde la sociología
política a los “intereses colectivos emergentes”, es decir a la
volatilidad de nuestras demandas. Dos ejemplos pueden ilustrar este
punto, en el caso boliviano: la movilización de jóvenes el 21-F en
defensa del “No a la Re elección” y los “democráticos”, el pasado 10 de
octubre, con similar consigna. El interés estaba expresado claramente en
las declaraciones de los actores de ambas manifestaciones políticas,
pero ¿cuál fue la continuidad y sostenibilidad otorgada? ¿Cuántas
actividades posteriores se organizaron con la sociedad civil
organizada?
Esto lleva a pensar en el segundo elemento básico de movilización: los
recursos. Según Jenkins, “la organización del grupo es el principal
factor del potencial de movilización y de sus pautas” (p.6). Eso conduce
a la interpelación a los propios actores y su capacidad de organizarse
como colectivo.
“Nosotros” somos entonces el primer recurso necesario. Sin embargo, también deben considerarse los “apoyos externos” y la variedad de recursos a ser movilizados.
Al respecto, se deberá pensar si los recursos responden a las demandas e
intereses políticos actuales. Entre aquellos, habrá que pensar en los
actores políticos y representantes que puedan asumir la vocería de las
demandas y, eventualmente, los cargos necesarios. ¿Cuántos de estos
representantes son jóvenes? ¿Cuántos representan la diferencia? ¿Cuántos
son nuevos?
El debate por el ideal para la innovación política da para largo. Pensar en cómo alcanzarlo puede ser el inicio.
Guadalupe Peres-Cajías es docente universitaria y especialista en investigación en comunicación.