Medio: El Diario
Fecha de la publicación: miércoles 09 de mayo de 2018
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Conflictos limítrofes
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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La controversia suscitada por la supuesta propiedad absoluta de un recurso no renovable, entre los departamentos de Santa Cruz y Chuquisaca, es tal vez el problema más candente para el Estado boliviano y pone en tela de juicio la validez del sistema autonómico.
El actual gobierno hasta ahora logró salir indemne de otros problemas, caracterizados por reivindicaciones territoriales étnicas y consiguió dividir las falanges de grupos sociales a su favor, sin sufrir visibles pérdidas políticas, como es el caso de la Central Obrera Boliviana.
Ni siquiera la reelección del primer mandatario, aceptada ya por agrupaciones y partidos que dicen representar a la nueva oposición, tiene el peso de la “guerra” aún no declarada, que se anuncia por la pertenencia del pozo Incahuasi.
Primero, está deshecha la unidad de los comités cívicos. No podríamos hablar, en mucho tiempo, de un “bloque cívico”. El rompimiento entre los cívicos de Santa Cruz y Chuquisaca, en la práctica, atomizará cualquier evento de este tipo.
Segundo, la rencilla entre los dos departamentos alienta el regionalismo y debilita el sentimiento de unidad nacional.
Tercero, da pie a la revisión histórica de los conceptos “tierra y territorio”. Sobran ejemplos en los cuatro puntos cardinales de nuestro país, de que grupos étnicos, comunidades originarias y ahora la sociedad civil de Santa Cruz y Chuquisaca, declaran ser propietarios absolutos de la tierra y de lo que existe en el subsuelo, como si cada cual fuera una nación aparte, aunque para una exautoridad la autonomía “garantiza la integridad territorial”.
Cuarto, los comités de Santa Cruz y Chuquisaca, según declaran, estarán presentes en el límite geográfico de ambos departamentos, como si esa franja ya fuera tierra de nadie.
Quinto, para los países vecinos ésta es una debilidad del Estado boliviano. Para nosotros los bolivianos, atenta contra la integridad nacional y nuestras relaciones internacionales.
En suma, el gobierno y ambos departamentos (que muestran ánimos exaltados), tienen el reto de evitar que la sangre llegue al río.
¿Cómo tener éxito en esta riesgosa etapa nacional, donde, al parecer, el diálogo no resolvería los problemas suscitados por límites, regalías y propiedad tierra-territorio, en una especie de crisis de geopolítica interna?
Dejemos que hable la realidad en las próximas jornadas.