Medio: El Diario
Fecha de la publicación: viernes 17 de noviembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Lo grave de esta situación es que hay una obsesión enfermiza por creer que nadie, fuera del Sr. Morales, puede conducir las riendas del gobierno; que nadie, aparte de él, merece la confianza del pueblo; que todos, sin distinción alguna, deberían respetar su voluntad; que el país, si el Sr. Morales no fuese reelegido que el país verá -por única vez en la historia del globo terráqueo- que “el sol se ocultará y que la luna desaparecerá”; en fin, qué no se ha dicho con miras a convencer, siquiera a parte de la población, que debe votar por una cuarta reelección.
Pero las campañas publicitarias y las declaraciones y apoyos de toda laya no terminan en todo lo que se dice y promete y surge una nueva posición: la reelección indefinida, o sea que no todo terminaría con las elecciones del año 2019, sino que se buscaría que el tiempo no termine, que los plazos sean eternos “como medio para que la humanidad no experimente los fenómenos inauditos del sol y de la luna”. ¡Cuánta soberbia y petulancia! Cuánto creer que se es único e irremplazable; cuánta falta de caridad con un pueblo que en su momento confió en que se obraría conforme a los dictados de la moral, la Constitución y las leyes.
Hay tanta obcecación por llevar adelante una campaña para reelegir al Primer Mandatario que no hay conciencia para ver lo que ocurre en el país: disgregación de la familia boliviana; desconfianza y dudas entre todos porque muchos se obnubilan por lo que se dice y mucho más por lo que se permite se haga y surgen posiciones anárquicas en que la racionalidad desaparece de los ámbitos políticos, económicos y sociales. Parecería que no hay coordinación en nada de lo que se pretende hacer porque el gobierno inaugura lo que sea y como quiere, como la planta de producción de úrea que, bien se sabe, tendrá alto costo por tonelada, valor más alto comparado con los precios de venta que rigen en el mercado internacional; se construyó esa planta en sitio alejado de posibles compradores y hasta se “inventó” la construcción de un ferrocarril y antes de escoger los sitios por los que pasarían las rieles, se compró vagones para el transporte; luego, se dice que sería mediante camiones de alto tonelaje que se adquirirá a un costo millonario; en fin, hay tanto que se dice que el país vive paralogizado sin saber qué creer ni qué hacer porque todo tiene cariz de corrupción, quimera, engaño y falsedad. Ya no cuentan ni las palabras ni las promesas de “cambios” que nunca se produjeron porque todo estuvo en las profundidades de la demagogia y el populismo irresponsable.
Si a todo se añade la conducta de grupos divididos que dicen ser de oposición y hacen acusaciones y declaraciones de toda clase en contra del gobierno, de lo mal que se hace y de lo que no se hace, sin críticas constructivas en que se sugiera qué es lo que debe hacerse para salir del estancamiento y de la crisis política, económica y social en que se encuentra el país, los problemas se agudizan y hasta se piensa que esos cuadros opositores le hacen el juego al gobierno y su candidato “irremplazable”. La conducta de políticos y parlamentarios opositores es tan absurda, tan de poco contenido, tan alejada de lo que el país requiere y tan contrarias a posiciones dignas y constructivas pero que en los hechos resultan sólo demagogia y, así, se pierden las esperanzas para el futuro.
¿Qué hacer ante tanta angurria de ambas partes -gobierno y oposición-? ¿Qué hacer ante conductas contrarias a los intereses generales del país? ¿Qué hacer ante la carencia de institucionalidad que es, en buenos términos, parte de las causas para los descalabros que se sufren?
Gobernantes y gobernados estamos en la obligación de tomar conciencia de la realidad y escogiendo los caminos de la verdad cambiar conductas, sentimientos y hasta pensamientos dejándonos de odios, rencores, recriminaciones que, está visto, no conducen a nada y, al contrario, complican todo el desastre existente. Depende de todos el futuro y no puede ser que solamente de las ambiciones de más poder o de alcanzarlo como sea indefinidamente se hallarán los caminos correctos de salvar al país, un país que merece vivir y no sólo existir, que requiere cambios para tener una administración eficiente y responsable, un país que está urgido de que se haga gestión y se obre en pro de un verdadero desarrollo armónico y sostenido; en fin, un país que cuente con quienes solucionen los descalabros producidos en casi doce años pero, que sea bajo la condición de que todos tengamos conciencia de lo que somos y queremos, de la nación que requerimos partiendo de principios responsables y con la creencia optimista de que el partido de gobierno renuncie a sus ambiciones y ansias de quedarse en el poder indefinidamente.