Esa determinación le daba al país la certidumbre que necesita, sobre todo, en estos momentos tan difíciles que está viviendo por el mortal coronavirus y la crisis económica que se hace sentir día que pasa.
De forma inmediata, los parlamentarios trataron el proyecto de ley de convocatoria para el proceso electoral presentado por el TSE. El pasado miércoles 10 fue aprobado y ese mismo día, la Presidenta y candidata anunció que promulgaría la norma porque es respetuosa de los poderes del Estado, pero, al mismo tiempo, advirtió de los peligros que podría representar para los electores el asistir a un centro de votaciones el 6 de septiembre.
Pocos días después, la Mandataria cambió de posición y envió una carta a la presidenta del Senado, Eva Copa, solicitándole que le entregue el estudio epidemiológico con el que se determinó realizar la votación el 6 de septiembre.
¿Qué pasó para que la Presidenta cambiara de parecer? ¿Quién toma la decisión en Palacio? Áñez argumenta que las proyecciones epidemiológicas para Bolivia señalan que julio y agosto serán los meses con más contagios de la COVID-19 y que eventos como las elecciones pueden convertirse en “un riesgo real y muy grande para la salud y la vida de los bolivianos”.
Asimismo, en la misiva aclara que no pretende prorrogarse en el poder y le pide a Copa y a las personas que han hecho la ley que "tengan la honestidad de asumir públicamente la responsabilidad de esa decisión y de sus posibles consecuencias en la salud de los ciudadanos".
Como era de esperarse, políticos en carrera electoral y ciudadanos manifestaron su total rechazo a la decisión de la Mandataria, a quien acusaron de utilizar la pandemia para alargar su gestión.
Lograr consenso para la realización de las elecciones no fue una tarea fácil. Fue un trabajo elaborado por las autoridades del TSE y de él participaron representantes de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE). ¿Será que el trabajo de esos organismos no importa?, ¿no tiene credibilidad para candidata de Juntos?
Ahora, vuelve la preocupación e incertidumbre ya que no se sabe qué pasará en el país. Las elecciones para elegir al nuevo gobernante fueron postergadas tres veces. La primera, del 20 de octubre, fue anulada por el fraude; la segunda estaba prevista para el 3 de mayo, pero la llegada del coronavirus fue la causa para suspenderla. Luego, estaban previstas para que se realicen antes del 6 de agosto, pero las observaciones y desacuerdos de algunas organizaciones políticas llevó al TSE y a los organismos internacionales a buscar consensos que, tras varias semanas de negociaciones, fueron positivos.
Urge dar tranquilidad a los bolivianos y, de una vez, elegir a las nuevas autoridades que tendrán que trabajar para hacer frente a los efectos sociales, económicos y hasta políticos que dejará el coronavirus a su paso por el país.
No será una tarea fácil. De hecho, quien gane las elecciones deberá buscar alianzas con los otros partidos que logren entrar al Parlamento, porque solo de forma unida, coordinada y dejando de lado los colores políticos para ponerse la rojo, amarillo y verde se logrará sacar a Bolivia de la delicada situación en la que se encuentra.
Hay decisiones que se deben tomar ahora o sincerarse de qué es lo que realmente se quiere. Los candidatos también deben ser honestos y demostrar que sí están preparados para encarar las grandes tareas que deberán enfrentar, no es solo criticar y criticar, otra cosa es con guitarra.