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Medio: La Razón
Fecha de la publicación: lunes 07 de mayo de 2018
Categoría: Procesos electorales
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Luego de la debacle del sistema político de la llamada “democracia pactada” (1985-2003), se abrió cauce a una recomposición sustantiva del sistema de representación política en Bolivia, que aún no termina de asentarse. Y es que a la otrora hegemónica tríada ADN-MNR-MIR, aliada en sucesivas coaliciones de gobierno, le sucedió en la última década un sistema de partido predominante: el MAS-IPSP, que en rigor se asume como movimiento o instrumento político. La misma forma-partido está hoy en cuestión.
Además de la actual organización política en función de gobierno, la única con presencia territorial en todo el país, hay dos partidos con relevancia electoral: los Demócratas, del gobernador cruceño (Rubén Costas), y Unidad Nacional (UN), del empresario Samuel Doria Medina. Las otras fuerzas con personería jurídica vigente, a reserva de que demuestren lo contrario, parecieran más bien testimoniales o residuales: UCS, PDC, MNR, FRI, Frente para la Victoria y el novel Panbol. Resta saber el porvenir de Sol.bo, del alcalde paceño Luis Revilla.
Además de los partidos políticos, la normativa vigente reconoce la posibilidad de que agrupaciones ciudadanas y organizaciones de los pueblos indígenas se habiliten para competir en elecciones, en especial a nivel departamental y local. Después de los comicios subnacionales de 2015 quedaron registradas cerca de 100 organizaciones, varias de las cuales ya no existen. La recomposición del sistema de representación política territorial, en el marco de las autonomías, es también una asignatura pendiente.
Ahora bien, ¿por qué son importantes las organizaciones políticas reconocidas por el Órgano Electoral? Porque además de agregar y representar demandas e intereses de la sociedad, son las únicas entidades que pueden postular candidaturas en los procesos electorales. No es un dato menor. Ni tampoco es casual la proliferación de intentos por constituir partidos. Con miras a las elecciones del próximo año, muy pocas organizaciones tienen candidatos presidenciales, en tanto que no faltan precandidatos sin partido.
Habrá que esperar. Hemos señalado aquí que, en general, las organizaciones políticas, así como la anacrónica normativa que aún las regula, están rezagadas respecto al ritmo y horizonte de las transformaciones en el país. Y eso es un problema tanto para el sistema político como para la representación misma. La ampliación de la democracia y el imprescindible pluralismo político requieren partidos institucionalizados e internamente democráticos. No es un tema de número, sino de calidad y fortaleza.