Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 02 de junio de 2020
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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No pensábamos que el virus del poder y la mentira habrían infectado el Palacio de Gobierno y pronto causarían los síntomas ya conocidos (Nota de 10.12.2019, Psicopatología del poder y la mentira). En enero la presidente “transitoria” cambió de idea y lanzó su candidatura para los comicios de mayo de este año. Muchos se sintieron engañados.
Tampoco sabíamos que una dizque brujería (?) mundial nos iba a caer encima, la pandemia de la Covid-19, el fenómeno más famoso de nuestros tiempos. ¿Sería una obra del malévolo Evo con complicidad china para castigar al mundo capitalista? El efecto no podría haber sido más devastador.
Además, este fenómeno nos ha permitido diagnosticar el otro mal que ha infectado al actual gobierno. No nos libramos del virus de la corrupción que infecta al sector público. ¿Quién cree que Valenzuela es la única manzana podrida en el servicio público? Ciertamente no es la única canasta (ministerio) con manzanas podridas (brujas) que Añez y Murillo no supieron librar de la infiltración del MAS (mal).
La crisis sanitaria se ha revelado como una maldición para los bolivianos, peor para los benianos (¿será algo personal con la Presidente?). No se tomaron decisiones prácticas. Donde más se necesita agua y servicios básicos tienen planeado enviar respiradores millonarios. ¿Quién sabe cómo y dónde ponerlos en funcionamiento? No se puede correr con un bólido sin antes preparar la pista.
Ahora la Presidente nos dice “caiga quién caiga” se va a investigar. Un discurso que ya lo hemos escuchado en el período masista. Para no seguir el mal ejemplo, debería comenzar a dar lecciones en su entorno familiar, pero ha preferido hacerse la loca. Ni una palabra sobre los vuelos de la FAB para atender asuntos familiares mal explicados como “asistencia humanitaria”.
¿Quién se acuerda del SUS? El sistema de salud había sido ignorado durante más de 12 años (no le habían “informado”), de pronto se volvió la niña de los ojos del Evo y la bandera de campaña. Ahora es una herencia maldita. Hospitales en construcción por donde sea (ya no había más dónde poner canchas de césped sintético). ¿Y qué fue de todas esas obras? Ante la crisis no pueden ser habilitadas por los motivos más absurdos, desde el color de las paredes, azul vomitivo, o simplemente por falta de instalación eléctrica y equipos encajonados sin inventario.
No es responsabilidad del actual gobierno semejante desatino e inversión mal planificada. Irónicamente parece que el Beni, tierra natal de Añez, fue el más castigado por el abandono. Claro está que la mano de obra cubana que debía trabajar en esos centros tuvo que partir y parece que se llevaron las llaves.
Pero la maldición más grave que afecta a los benianos, en general, y a la presidente, en particular, tiene otras causas. No se engañen, los respiradores no los va a salvar en hospitales improvisados y los benianos ya no saben cómo defenderse. El personal de salud está enfermo y cansado de luchar sin infraestructura en un sistema de salud precario.
La justicia también está infectada con la virulenta práctica del pasado, culpable hasta que se prueba lo contrario. Desde los primeros días del nuevo gobierno, se ha actuado más por impulso político que por justicia. Sin embargo, la perniciosa herencia del diablo, brujas y manzanas podridas sigue dominando.
Todavía estamos a tiempo de curar la virulencia del poder y de la corrupción que ha infectado este gobierno. El remedio es amargo para Añez, pero saludable para la democracia: que cumpla su palabra, caiga quién caiga, y que renuncie a su candidatura desatinada para reencontrar el camino democrático.
El coronavirus va seguir su curso natural, los paceños tenemos la bendición del Inti, quién sabe una protección natural aún sin explicación científica. Pero los bolivianos del oriente sufren una maldición que no merecen. La peste va a pasar como muchas otras, pero que sirva la lección para curar la indiferencia con el sistema de salud.
Parece que estamos viviendo una maldición y que el virus dejado por Evo sigue actuando entre los bolivianos. Estamos a tiempo de cazar las brujas, que caigan todas, viejas y mañosas conocidas.