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Mesa y los antiguos aliados de Áñez

Medio: La Razón

Fecha de la publicación: martes 26 de mayo de 2020

Categoría: Procesos electorales

Subcategoría: Elecciones nacionales

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La mandataria “pudo hacer historia, prefirió hace campaña”, insistió en otra ocasión con su habitual manía de jugar con las palabras.


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El país sufre una emergencia sanitaria inédita, cuyo actor principal y en solitario, salvo las acciones de gobernadores y alcaldes en sus propias regiones, es el gobierno de Jeanine Áñez, devenido de una circunstancia política accidental y que muchos todavía llaman “constitucional”.

Al cumplir seis meses de detentar el poder, la mandataria parece lidiar este difícil momento no solamente ante la agresividad de la pandemia que amerita una lucha tenaz y sin concesiones de quienes rigen el país, sino por la gestión misma de las estrategias infectada ahora por la corrupción.

Áñez quedó sola en esta inimaginable empresa; habrá pensado en sus adentros “en qué momento me atreví a hacer esto”. Los aliados que acordaron su asunción con una acción política “lo más cercana posible a la Constitución”, como dijo uno de ellos, ahora protestan contra ella o la defenestran por sus acciones y sus desatinos.

Solo quedan a lado de ella quienes ¡después de 14 años!, como suelen repetir todos los días, quedaban marginados, sin respaldo electoral ni credibilidad ni proyección políticas. Como la misma ahora mandataria, quien –a decir de sus correligionarios— estaba a punto de ser desahuciada en su partido cuando, como salvavidas, por casualidad del destino le tocó asumir la sucesión constitucional, aunque sin quorum en la Asamblea Legislativa ni la mayoría de los dos tercios, con solo un oficioso comunicado del Tribunal Constitucional requerido entonces insistentemente por el otrora senador y ahora ministro de la Presidencia, Yerko Núñez.

Quienes la arroparon al principio no están hoy de su lado. El expresidente Jorge Quiroga, que tejió junto con el exsenador Luis Vásquez la argumentación jurídica de la asunción de Áñez, dejó de ser en enero el delegado del “no golpe” develando que aquélla quiere “otras cosas”, en alusión a su posterior anuncio de su candidatura.

La mandataria “pudo hacer historia, prefirió hace campaña”, insistió en otra ocasión con su habitual manía de jugar con las palabras.

El más vinculado a Áñez, Luis Fernando Camacho, que protagonizó la rebelión contra Evo Morales, plantó la Biblia en el Palacio Quemado, apareció el 12 de noviembre en los balcones junto a la mandataria y que cedió algunos de sus cuadros políticos, también la abandonó. Ahora es su recalcitrante enemigo político.

A propósito del escándalo que asfixia al régimen de Áñez, el sobreprecio en la compra de los 170 respiradores, Camacho acaba de encararle que el caso es “un retrato del Gobierno, lleno de CORRUPCIÓN (sobreprecio), DESORDEN (intermediarios) e INCAPACIDAD (manejo administrativo)”. Así, en mayúsculas.

Y, por último, Carlos Mesa, que de considerar una mandataria constitucional a Añez y de ofrecerle fuerte respaldo desde la reunión de la Universidad Católica, a través de uno de sus emisarios, pasó a señalar que su candidatura convalida la tesis del golpe de Estado en noviembre, es ahora su principal rival electoral.

El expresidente no desaprovecha ninguna oportunidad para endilgarle a la Presidenta transitoria la mala gestión. Hace unas semanas fue el primero en señalar que, para enfrentar la emergencia sanitaria y la economía del pos coronavirus, se necesita un gobierno legítimo salido de las urnas, en alusión a una convocatoria urgente de las elecciones frustradas del 3 de mayo.

Sus ataques se caracterizan por sus constantes apariciones en videos a través de redes sociales. Dijo también que si tuviera que elegir una palabra sobre su sensación en esta situación, esa palabra es frustración. “El pueblo está frustrado”.

Es que, ante la emergencia sanitaria, Mesa cree “el pueblo ha cumplido con la cuarentena pero el gobierno no ha cumplido con su parte”. Llamó a un consenso político para la atención en unidad de la crisis sanitaria y puso en tela de juicio el rol en esas tareas de un gobierno transitorio.

Falló. Pero más falla Áñez, que se desgasta más y más cada día. El discurso de culparle todo al anterior gobierno la está dejando más sola aún, al creer muchos seguidores que no sabe asumir sus errores. Hay un silencio raro de los llamados “pititas” respecto de su gestión, aunque mucha decepción.

Sin embargo, persiste en hacerle creer al país de que está abocada a la gestión de la emergencia sanitaria cuando otras son sus prioridades, como el ascenso de los generales, almirantes, vicealmirantes o contraalmirantes de las Fuerzas Armadas, o el desmontaje de políticas de la anterior administración, hasta paralizar plantas, hospitales o proyectos millonarios.

O la búsqueda de chivos expiatorios como la presidenta de la Cámara de Senadores, Eva Copa, a quien los acólitos de la mandataria la acusan de gestar un golpe o validar las acciones de los implicados en el escándalo de los respiradores, como la visita que no fue a los acusados con la que la difamó un viceministro.

Y la aprehensión ordenada desde el Ministerio de Gobierno contra el juez Hugo Huacani que debía definir la suerte del exministro Marcelo Navajas y otros imputados. En esto, acaba de sufrir la desaprobación de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, una nota a tomar en cuenta para calificar su apego a la democracia o al Estado de derecho.

De mal en peor, aferrada a la crisis sanitaria, que le da un respiro, parece encontrar motivo suficiente para rebasar con creces los tiempos políticos y así evitar las elecciones que tanto la reclaman. A ver el desenlace de ese desafío en soledad y cada vez más desgastada.

Sin los aliados de noviembre, solo con quienes, como el ministro Arturo Murillo, pretenden crear el imaginario de “gracias a Dios estamos en manos de Jeanine Áñez”. Mesa, Camacho y Quiroga, sus aliados en la génesis de su cuestionado gobierno, están en sus propios problemas y ella, “en otras cosas” que no son necesariamente su papel de gestión transitoria.

Rubén Atahuichi, es periodista de La Razón