Medio: Nuevo Sur
Fecha de la publicación: martes 26 de mayo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Bolivia siempre fue un País complejo, Zavaleta Mercado decía que es una sociedad abigarrada, cuyos elementos no guardan relación entre sí, a lo largo de la historia los golpes de estado, la inestabilidad política y el caudillismo, terminan siendo un hilo conductor, de aquello que se fue repitiendo cada generación. A partir de Octubre de 1982 surgió la ilusión de disfrutar como sociedad de los beneficios y la estabilidad que brinda la democracia, sin embargo los casi catorce años de Gobierno de Evo Morales, demostraron que todavía falta mucho por hacer y en ese sentido nuestras instituciones desde la vigencia de la nueva Constitución, lejos de consolidarse fueron cooptadas políticamente, prueba de ello es que el 20 de Octubre del año pasado, tuvimos las elecciones más fraudulentas de nuestra historia, al extremo que la alteración de los resultados fue orquestada desde el Órgano Electoral y el propio gobierno. Esa vergonzosa realidad mostró que falta mucho para que algunos sectores asuman los valores democráticos, en ese contexto la Pandemia que afrontamos exacerba esas contradicciones y el caso del Beni, nos muestra con la mayor crudeza las consecuencias funestas, de que esta coyuntura esté totalmente contaminada por los intereses electorales. Una gobernación masista en el Beni, en lugar de comprar insumos y planificar las medidas de prevención, se dedicó a organizar marchas para romper la cuarentena y ahora somos testigos obligados de los resultados, dentro de poco puede suceder lo mismo en el Chapare y en El Alto, de forma que ese desprecio hacia la salud y la vida, puede llegar a tener consecuencias funestas. Lo triste es comprobar que ese partido continúa desafiando los valores democráticos, mientras otras fuerzas políticas atizan el fuego y se siguen manejando en función de cálculos electorales, mientras el silencio del Órgano Electoral y del Tribunal Constitucional, alimentan ese círculo vicioso, que comienza a revelar sus terribles consecuencias, poniendo en peligro la vida de muchísima gente e imposibilitando cualquier intención de recuperación económica. Esa lógica perversa invita a una profunda reflexión respecto a los valores que imperan en algunos sectores de la sociedad, pareciera que el grado de insensibilidad y la falta de empatía, propios de los sindicatos cocaleros del Chapare, se tradujo en una cultura política y un estilo del manejo del poder, que puede ir desde sembrar cazabobos para mutilar a policías, hasta incitar al quebrantamiento de una cuarentena y esforzarse porque una enfermedad tan peligrosa se disemine. Esta coyuntura indudablemente caricaturiza la complejidad y dentro de la nueva normalidad de la que tanto se habla, tendrá que traducirse ese aprendizaje y la sociedad debería en consecuencia cuestionarse y debatir sobre el horizonte futuro, sería muy triste que sigamos eternamente tropezando con las mismas piedras y cargando las mismas cruces. La “Peste Negra” en Europa dio lugar al mercantilismo y al bienestar originado por la acumulación capitalista, el surgimiento de las ciudades, el florecimiento del comercio y la aparición del Estado Nación, el mundo será diferente y en ese contexto puede que muchas cosas cambien en Bolivia, esperemos que sea para dejar atrás la indolencia y tener una sociedad más fraterna, donde el ser humano y sus derechos, tengan una preponderancia que esté fuera de cualquier debate. Puede que cambie todo para que al final no cambie nada o puede que el porvenir sea mejor, porque supimos juzgar este presente y no nos conformamos con un pasado, que tiene poco de lo que inspira colectivamente, el sentimiento de un orgullo esperanzador