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Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 24 de mayo de 2020
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Demandas
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Dejando de lado la redacción de dicho acuerdo que, por supuesto puede mejorarse, no dejemos pasar el fondo del documento, porque tristemente repite la historia de años y años de eterno olvido y permanente perdón para todo aquel que incumpla la ley.
Desde ya, convenir que las autoridades llamadas por ley descarten detener a quien hubiese violado la norma, involucra tácitamente conducirlas al incumplimiento de deberes, además implicará que el principio básico que exige la independencia de los poderes sea nuevamente olvidado, y el resultado será que lo acontecido en K´ara K´ara sea otro atentado que quedará impune.
Asimismo, pretender que los “vecinos autoconvocados” sean reconocidos como expresión legítima del pueblo, es desconocer la estrategia eterna del MAS que bien puede mover a sus partidarios para enfrentarse con las fuerzas del orden o bien puede mandarlos a contagiarse con un virus mortal, con la misma despreocupación con la que Evo Morales vive en el más ostentoso lujo en Buenos Aires.
Ya hace mucho que el populismo masista, con sus canchitas inútiles y sus proclamaciones de dictador, ha decidido aprovecharse de un pueblo al cual usa como carne de cañón a cambio de un pago ínfimo y el bono de temporada. Por eso estamos como estamos, y por eso tampoco cambiaremos mucho en lo inmediato.
Hoy, tal cual sucedió ayer, Evo Morales mueve sus fichas basado en el desorden, en la coacción sobre los más humildes y en la lógica del caos social.
Triste resulta confirmar que el masismo parece estar más cerca del terrorismo que de la democracia, porque organiza ataques a diestra y siniestra, mueve a sus afines aquí y allá, y pretende manejar el miedo tanto como anhela retornar al poder.
Equivocadamente, el MAS trata de amparar su accionar en el derecho a la protesta, el cual, por supuesto es valioso, pero no puede ser jamás un ejercicio violento ni contrario a los derechos de los demás.
Quizás hoy más que nunca, debemos recordar lo que alegaba el filósofo Jean-Paul Sartre cuando afirmaba que “mi libertad se termina dónde empieza la de los demás”, así también debe entenderse en el caso de los derechos, los que en todo caso terminan donde empiezan los de los otros.