Medio: El País
Fecha de la publicación: jueves 21 de mayo de 2020
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Cae Navajas arrastrado por el caso de la compra de 170 respiradores ni urgentes ni útiles para terapia intensiva que se acabó evidenciando como una burda operación de corruptela clásica: desde la fábrica hasta Bolivia, el producto sube cuatro veces su precio merced a unos intermediarios de los que todavía no se ha desvelado su nombre. El asunto tiene más visos de vergüenza, pues fue BoA quien hizo el traslado de los aparatos hasta Viru Viru, es decir, que los millonarios intermediarios ni siquiera pagaron eso.
Además del rol de BoA en todo esto, hay que aclarar el papel exacto del cónsul devenido en una suerte de encargado de negocios no muy transparentes y que se preocupó muy mucho de que la mercadería llegara a su embarque. También la información que al respecto tenía la canciller Karen Longaric, que niega la mayor.
En cualquier caso, el asunto es hacia arriba, donde todos ahora tratan de desdecirse tras el cambio de rol de verdugo a víctima.
¿Qué pasó para asumir papel de víctima luego de cinco días defendiendo la compra de los respiradores a capa y espada?
Samuel Doria Medina, candidato a la Vicepresidencia de Juntos y cuya ascendencia en el Gobierno de Áñez es evidente se apresuró a negar cualquier vinculación con Geovanni Pacheco, gerente de Aisem y a la postre, quien hizo la operación.
La Ministra de Comunicación, Isabel Fernández, que anda depurando su cuenta en redes sociales, “celebró” efusivamente “la entrega de respiradores que salvan vidas” y defendió la operación y su monto hasta el último momento.
La Presidenta Jeanine Áñez, que hace seis días hablaba del gran esfuerzo realizado por ella y su equipo para conseguir esos respiradores hoy dice “caiga quien caiga”.
Mención aparte merece el Embajador para la Ciencia y Tecnología en Bolivia, Mohammed Mostajo, asesor personalísimo de Áñez y que hasta el momento nadie podía aseverar su desempeño real. En las últimas horas, Mostajo ha asegurado que no ve ninguna licitación – aunque la hemeroteca recoge pasajes en que las detalla al dedillo – y que tampoco toma decisiones – aunque permanentemente se le use como fuente de fe.
Finalmente ha acabado señalando que es quien define la estrategia de acción en el piso 22, una revelación que se pierde entre la maraña, pero que no es menor, pues tanto la estrategia médica como la económica han fracasado clamorosamente en el país y hasta ahora nadie se había hecho cargo.
Bolivia se acerca a los cinco mil casos, la cuarentena se decretó cuando había 27, el 22 de marzo. Sin pruebas rápidas ni convencionales, sin un despliegue cierto para identificar y aislar contactos, la estrategia de “esperar” ha obligado a la gente a salir a la calle a trabajar, pues las necesidades aprietan. Sin Navajas, que más allá de sus turbios manejos se había convertido en una suerte de siniestro portavoz, augurando “muchos muertos”, nada cambia.
Urge extirpar la corrupción, y también la incompetencia, pues resulta increíble que altos cargos quieran achacar a un “infiltrado” tamaña operación. Urge también concentrar los esfuerzos en la emergencia médica, pues lejos de estar controlada, la sensación de descontrol que deja el haber tenido tres ministros en dos meses, al menos uno de ellos con otras intenciones distintas a la de salvar vidas, resulta extremadamente preocupante.