Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 09 de abril de 2020
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Problemas de gobernabilidad
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Los masistas no pueden creer lo que está ocurriendo en Bolivia.
Estamos en cuarentena, la población amenazada por un virus temible, la economía paralizada, los sectores populares que viven “del día” azotados por la falta de actividad, se postergan las elecciones y no hay miras de que se pueda suspender la emergencia. Pese a todo, el país está en paz y los pocos conflictos que surgen se producen en los bancos, donde la gente se aglomera para cobrar rentas y otros beneficios. Entre paréntesis, habrá que ordenar ese aspecto y la clave es cambiar la mentalidad del funcionario que obstruye y tortura al público, por otra visión orientada al servicio y la simplificación.
Alguien podría decir que la gente está paralizada por el miedo y que la obliga a quedarse tranquila en sus casas. El temor nunca ha sido impedimento para que los bolivianos hagan vida normal y prueba de ello es lo que ocurrió en Patacamaya, donde la peste no frenó una fiesta patronal de cuatro días que desató un foco de contagio que ha movilizado al Gobierno.
Y así como el boliviano es fiestero, aún a riesgo de su propia integridad también es un ser naturalmente predispuesto a la protesta.
En nuestro país hay políticos profesionales y grupos perfectamente adiestrados que se aprovechan de esa actitud, la azuzan constantemente y le sacan provecho político y económico. Pero ni siquiera esos sectores están consiguiendo agitar las aguas en un momento “ideal” para generar malestar y convocar a las masas a la protesta y las manifestaciones públicas.
El más conocido de todos esos agitadores es precisamente Evo Morales, quien llegó a perfeccionar sus métodos para logar que la población se mantenga en un enfrentamiento permanente. Usa el racismo, el odio, el resentimiento y hasta sus falsas lecciones de historia para hacer hervir la sangre a los que él dice defender, pero que en realidad utiliza, sin importarle que arriesguen sus vidas o mueran, como pasó en noviembre del año pasado, cuando recurrió al terrorismo para desestabilizar la lucha democrática posterior al fraude del 28 de octubre.
Ni siquiera en Oruro, la tierra natal de Morales y bastión incondicional del MAS están surtiendo efecto los llamados del cocalero prófugo a romper la cuarentena. Los orureños han dejado de lado la irracionalidad y han optado por la disciplina hasta convertirse en un ejemplo nacional que también llama la atención en el extranjero.
Sin embargo, hay algo claro y es que el cocalero y sus principales benefactores, los narco cocaleros del Chapare, tienen mucha plata para gastar y así lo atestigua el impresionante despliegue que han hecho en
Chile, donde han movilizado a inmigrantes bolivianos en ese país para ocasionar problemas en la frontera con Bolivia. El objetivo es propagar el contagio y hacer que fracase el plan del Gobierno contra el Coronavirus. Los daños “colaterales” no importan.