Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 29 de marzo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La presidencia que le está tocando ejercer a Jeanine Áñez es sin duda excepcional, comenzando por su nombramiento. Como todos recordamos, ante la renuncia en cadena del entonces presidente Morales y los que seguían en la línea de sucesión, cupo a Áñez asumir la función como quinta en esa línea.
Una función que, dadas las circunstancias políticas de su asunción al poder, venía con el delicado mandato de administrar la transición hasta unas nuevas elecciones que devolviesen al país la normalidad democrática perdida.
Ella no eligió ejercer esa función. El destino la eligió a ella. Podemos estar seguros de que hace un año ella no se hubiese imaginado ni en sueños ser la Presidenta de Bolivia, y menos en las actuales circunstancias; los ciudadanos tampoco.
Una vez en el poder, Áñez decidió lanzar su candidatura a la Presidencia. Una decisión que en su momento fue cuestionada porque atenta contra la misión, que en el entender de muchos es de dedicación exclusiva, de administrar la transición.
Pero Áñez creyó que tiene el derecho político y legal de ser candidata, una versión sin duda menos burda del derecho humano de ser candidato alegado por Evo Morales para imponer su candidatura.
No bien pasados unos meses ejerciendo ese doble papel de Presidenta y candidata, le toca ahora a la presidenta Áñez enfrentar unos de los desafíos más complejos que le puede tocar a un líder: gobernar en crisis.
La crisis del coronavirus, que probablemente cueste la vida de cientos de bolivianos y que también dejará serios (aún incalculables) daños a la economía nacional, presenta un desafío extraordinariamente complejo que se suma a la ya compleja transición.
Con este giro, Áñez debe evaluar si puede responsablemente sumar a la ya difícil conjugación de transición con candidatura la de liderar el país en esta crisis sin que sufra una de las tres misiones, o las tres.
No hay que ser experto en quiromancia para saber que una vez superada esta emergencia sanitaria –cuya magnitud y duración son ahora mismo imposibles de prever-, el país necesitará tomar medidas no sólo firmes sino creativas, solidarias y muy profundas; medidas que requerirán de un acuerdo nacional que permita salvar empresas y vidas… esta vez de la precariedad económica. En ese momento, ciertamente difícil, se deberá renunciar a cualquier interés partidario o personal, ¿puede ser esto posible con una presidenta candidata?
Añez debe, en este momento, preguntarse si no le toca demostrar al país que ella pone su patriotismo por encima de sus ambiciones personales, priorizando las misiones que el destino ha puesto en sus manos, aunque eso le cueste su candidatura.
La elección que estaba planificada y que ahora se ve al menos postergada, será una dura batalla, y en lo político, esa batalla ya se está jugando, ya que muchos de los candidatos están tratando de usar a su favor la situación…. ¿Puede este Gobierno –que ha tomado medidas arriesgadas, pero necesarias ante la pandemia- guardar la legitimidad imprescindible para las decisiones que vendrán en lo económico y social en medio de una carrera electoral?
Es hora de que Áñez demuestre al país la estatura del liderazgo que ella es capaz de ejercer. La historia pone nuevamente en sus manos una alta misión. Esperemos que ella sepa encontrar en sí la entrega y el patriotismo que exige el momento. La historia se lo agradecerá y reconocerá.