Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 27 de marzo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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El país atraviesa por una de sus desafíos más serios en décadas. Parece que todos los astros se hubieran alineado, sí, pero para traer zozobra y pesar entre los bolivianos, que no pueden sustraerse de la crisis internacional ocasionada por la expansión del Covid-19, un virus de alto contagio y que produce elevados índices de mortalidad.
El pésimo sistema de salud de Bolivia, uno de los peores de la región, y entre los más deficientes del mundo, debe ahora enfrentar un enorme desafío si es que la enfermedad sale de control. No se puede uno imaginar el drama que ello implicaría, sobre todo si se considera que países desarrollados, como España e Italia, no han podido detener este mal a tiempo, y sufren miles de muertos hasta ahora. Sus sistemas de salud están colapsados, y cuando llegan nuevos enfermos a los hospitales, los médicos deben decidir, en una situación terrible, quién puede usar las escasas camas de terapia intensiva, y quien no, o sea decidir sobre quién tendrá el derecho de vivir.
Solo hay una manera eficiente, han descubierto otros países, para frenar la propagación, y esa es la cuarentena total, es decir limitar la circulación de personas al mínimo posible. Al no estar en contacto con otras personas, un posible portador del virus no contagia a nadie sino probablemente solo a las personas con las que vive. Por eso es algo positivo que la presidenta Jeanine Añez haya decidido la cuarentena total durante 14 días y que luego la haya ampliado hasta el 15 de abril. Era algo que no podía ya evitarse y que es la misma medida que han tomado otras naciones en la región y en el mundo.
Pero ello, a su vez, tiene terribles consecuencias económicas. Mucha gente no puede realizar su trabajo, como aquel que tiene una tienda o un restaurant, y las empresas que dan servicio no pueden ya continuar con su labor. Al romperse la cadena productiva, las consecuencias son graves, especialmente si la cuarentena se amplía. Es posible que la economía boliviana, como la del resto del mundo, entre en recesión.
Como la mayoría de la población del país se dedica a actividades informales y depende de un empleo de baja calidad, o del subempleo, el riesgo que descienda a niveles de pobreza es muy alto. Luego, salir de esa situación será ciertamente difícil.
El Estado puede, como ya lo ha anunciado, dar algunas medidas para atenuar esta situación, pero sus recursos son limitados. Algo se podrá hacer, pero no será, lamentablemente, suficiente. Otros factores externos, como la caída del precio del petróleo por debajo de 30 dólares el barril, no hace otra cosa que agravar la situación.
La cuarentena total, además, ha tenido un impacto obvio sobre el calendario electoral: al no poder circular vehículos y peatones, el TSE no puede realizar las tareas que tenía previstas para organizar las elecciones. Por eso su presidente, Salvador Romero, y el resto de la Sala Plena, han solicitado a la Asamblea Legislativa una ley que avale la postergación y han entregado un rango de fechas entre el 7 de junio y el 6 de septiembre, dejando en manos del TSE la definición final de la fecha, con base en criterios técnicos y científicos. La situación requerirá una difícil negociación con el MAS, que en primera instancia ha decidido oponerse al cambio de fecha con la obvia intención de generar crisis en el país.
Problema sanitario, dificultades económicas, postergación de las elecciones, conflicto político, todo ello marca un escenario de severo trance, que debe ser también asumido con la misma intensidad. Esta coyuntura requiere de un gran acuerdo nacional, que establezca la manera cómo enfrentarla, y que intente resolver, ojalá por consenso, lo que se debe hacer para reducir el impacto económico y reencaminar al país hacia una etapa de plena recuperación democrática.
Afortunadamente, algunos líderes políticos como Carlos Mesa y Jorge Quiroga ya se han puesto a disposición de las autoridades para buscar esos consensos, pero todavía faltan por definirse los mecanismos y los objetivos más específicos. El país siempre enfrentará el rechazo del MAS, y de su jefe, Evo Morales, a cualquier acuerdo, porque su interés por Bolivia solo se activa cuando están en el poder. Pero el resto de las fuerzas políticas debe ponerse manos a la obra.