Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 02 de mayo de 2018
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Librepensamiento
Corrupción, mochilas y política
La corrupción suele entenderse como privativa de la clase política; sin embargo, es parte de un comportamiento general y compartido, contradicho sólo por el esfuerzo normativo y regulador de las instituciones del Estado; su éxito o fracaso es lo que manifiesta, al respecto, la diferencia entre países.
Si la corrupción es corriente en una administración, no significa ello
que el país concernido sea peor o más despreciable que otros, sino que
ahí es perceptible el síntoma de que “las estructuras gubernamentales no
están operando correctamente”, según la definición de Cristopher
Ballinas Valdés, hace años en un artículo de opinión publicado en
diversos medios.
Cuando en Bolivia el Gobierno central busca sacar provecho de casos de corrupción –como el de las mochilas escolares en Cochabamba, en el que José Marías Leyes es alcalde–, soslayando otros similares, cuyos implicados son partidarios suyos –como Edgar Bazán, alcalde de Oruro, o Edgar Apala, alcalde de Llica–; o cuando existe sospecha de encubrimiento en otros casos de mayor envergadura –el caso del exalcalde de Cochabamba Edwin Castellanos, conocido como “Cholango”–, no demuestra solamente una virtud oportunista, sino que confiesa su fracaso en el cambio institucional que se había propuesto.
Es que en Bolivia la corrupción es más embarazosa por estar anclada en
instituciones de tipo colonial, estructuradas para mantener el dominio
de una minoría sobre la mayoría nacional, que se crearon entonces para
los privilegios de una metrópoli y no del lugar propio. Descolonizar es
desestructurar ese entramado y crear formas estatales adecuadas a los
derechos generales y a los tiempos actuales.
El MAS ni remotamente contempló esa exigencia. Descolonización fue para
el Gobierno solo un recurso estético y retórico. En ese frenesí se
idealizaron las estructuras de los colonizados –los indígenas– sin
percatarse de que el modelo colonial estanca y degrada todos los
componentes del sistema colonial y que se trata de innovar, no de
recuperar, pues la corrupción bebe de todas las vertientes coloniales.
En ese contexto de laxismo, tolerancia y avenencia estructural con la
corrupción, ¿qué explica la virulencia de la arremetida gubernamental
contra el alcalde José María Leyes?
Es posible que tenga que ver con lo señalado por los correligionarios del alcalde de Cochabamba.
Éste, habría aprovechado su reciente viaje a La Haya para desacreditar al Gobierno denunciando la irregularidad de Evo Morales de no respetar los resultados del referendo del 21 de febrero. Se debía hacer pagar caro esa afrenta.
Puede que haya otra razón. José María Leyes era una estrella en ascenso,
en un partido que se perfila como posible reemplazo del actual. El
alcalde de Cochabamba probó su pericia en el relacionamiento con las
organizaciones sociales. Lo demostró movilizándolas cuando el MAS
procedía a implementar su judicialización por el caso de las mochilas.
Leyes demostró que el arrastre popular no obedece a fatalidades étnicas o
ideológicas, sino al manejo de mecanismos de interacción entre poder y
población, lo que es intolerable para un Gobierno que se asienta en el
mito de relación étnica, única e irreemplazable, de las masas con el
líder.
Lamentablemente, el éxito de Evo Morales y el de José María Leyes están
mediatizados por condicionamientos coloniales. Y se trata de cambiar ese
esquema, no de aprovecharse de él, pues la facilidad colonial tiene sus
regalos envenenados, entre ellos la naturalidad de la corrupción.
Pedro Portugal Mollinedo es director de Pukara, autor de ensayos y estudios sobre los pueblos indígenas de Bolivia.