Medio: La Razón
Fecha de la publicación: viernes 20 de marzo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Es un lugar común sostener que los estudios de opinión en materia electoral brindan sucesivas “fotografías”, no siempre comparables, sobre las preferencias declaradas de los votantes. Pero también son instrumentos de campaña y, en algunos casos, de manipulación político-mediática. Por ello, es relevante que desde el 2010, con la Ley del Régimen Electoral, se regule en el país la elaboración y difusión de encuestas electorales para garantizar mínimos técnicos e informativos.
Igual que en anteriores comicios, hoy las encuestas de intención de voto retratan la “carrera de caballos” entre las candidaturas, pero al mismo tiempo inciden en el escenario electoral. Por ello, sus datos, y los mensajes que traen consigo, son objeto de debate político. La paradoja es que muy pocos actores dicen creer en las encuestas, pero casi todos reaccionan a ellas. Claro que hay diversos estudios, unos más confiables que otros. Ello depende de su cobertura y alcance, entre otras cosas.
En el actual proceso electoral, es interesante el elevado número de entidades, varias de ellas desconocidas, que se registraron para elaborar encuestas electorales (15 a nivel nacional, 12 a nivel departamental). Por otra parte, es saludable la disposición establecida en reglamento de difundir también la proyección de votos válidos, además de los datos que incluyen blancos, nulos e indecisos. Así, el TSE obligó a un diario oficialista a publicar datos completos, casi un mes después de su difusión inicial.
En este mercado político-electoral de las encuestas de intención de voto, que son necesarias pero tienen mala fama, por iniciativa de la Fundación Friedrich Ebert (FES), se está realizado un valioso ejercicio de ponderación mensual de resultados. El promedio se obtiene considerando la cobertura de la muestra (no es lo mismo un estudio nacional urbano-rural que uno urbano del eje central) y el tamaño de la muestra (no es lo mismo 2.400 que 800 casos). Los datos son difundidos en el portal Bolivia electoral.
Un tema crítico de algunas encuestas es su afán de abonar profecías autocumplidas. Así ocurrió el año pasado con la narrativa de las “elecciones fraudulentas”, construida meses antes de la votación. Y así sucede hoy, nuevamente, con la consigna del “voto útil”. Esto es, dar por descontado que habrá segunda vuelta y alentar la baja de candidaturas irrelevantes; o, lamentando la falta de unidad, el voto por “el mejor posicionado” (sic) contra el MAS. Son encuestas sin ponderación, pero con candidato.