Medio: El Deber
Fecha de la publicación: viernes 20 de marzo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Como no ha ocurrido nunca, el mundo está librando una guerra sin cuartel contra el coronavirus. Bolivia no puede ser la excepción, aunque en este país hay casos insólitos como la conducta de los políticos que, lejos de trabajar mancomunadamente, se esfuerzan para alcanzar figuración, para destrozar al adversario a cualquier costo y a buscar votos sin medir las consecuencias de los métodos que utilizan.
Evo Morales bombardea Twitter exigiendo hacer con la salud y con las políticas gubernamentales lo que él fue incapaz de hacer cuando el país tenía bonanza económica y se podía mejorar el sistema sanitario. Cual ejemplar corifeo, el candidato del MAS, Luis Arce, critica al actual Gobierno y hace propuestas que tampoco encaró cuando era el superpoderoso ministro de Economía. No se puede explicar de otra manera que, en vez de aprobar ingentes recursos para empresas estatales deficitarias o para monumentales obras inútiles, no hubiera creado fondos para dotar más ítems de salud o para hacer obras con fines sociales que políticos.
Carlos Mesa no se queda al margen, porque cuando el problema del coronavirus llegaba a Bolivia, su tono era de crítica y menoscabo a las iniciativas que se tenían. Ahora bajó el tono y convirtió sus intervenciones en sugerencias al ciudadano. Luis Fernando Camacho optó por regalar alcohol en gel a los ciudadanos, con la particularidad de que los frascos llevaban su rostro y el logo de su candidatura. Están bien los regalos, pero pretender hacer propaganda con la necesidad de la gente no es saludable para nadie.
El médico candidato Chi Hyun Chung no ayuda en sus redes sociales. Sus participaciones buscan ganar por la alarma y la crítica, antes que por la educación y la prevención, que es lo que se esperaría de él en estas circunstancias.
La presidenta candidata está tomando decisiones que ahora le tocan porque es la cabeza de este país tan débil para enfrentar la pandemia. De ella se espera que actúe como mandataria y no como aspirante al poder, lo que pasa por moderar discursos electoralistas y tener la firmeza necesaria en esta emergencia. La otorgación de un bono de Bs 500 a los estudiantes de primaria en escuelas fiscales ha sido tachada como acción política de parte de sus adversarios. Es de esperar que para tomar esa decisión se hubiera basado en datos reales de que quienes accedan al beneficio sean realmente los que más necesitan.
Lo que no se comprende es que la mandataria no hubiera convocado aún a los candidatos a la Presidencia, tal como anunció en los últimos días, para acordar una tregua y acciones conjuntas contra el problema. Ojalá no sea el cálculo político el que mande para la toma de esta decisión.
Frente a ese panorama altamente cargado de politiquería (que significa hacer política con fines mezquinos) hay que considerar si mantener la fecha de la elección no le hace más daño que bien a Bolivia. En tanto siga la competencia entre candidatos, la unidad anhelada será imposible y todos los esfuerzos de cualquiera de los aspirantes a la silla presidencial, aunque sean sinceros y de buena fe, estarán teñidos de sospecha por parte del ciudadano y bombardeados de cuestionamientos de parte de los adversarios en esta carrera que lamentablemente es perversa.
Quizás sea mejor definir de una vez una postergación de las elecciones, tomando en cuenta que mientras siga latente el peligro de una masiva infestación del virus en Bolivia será imposible llevar adelante los comicios en condiciones adecuadas. Así se colaborará de verdad a que la lucha contra esta epidemia sea mancomunada en el país. De todas maneras, ningún boliviano, que no sean los candidatos, tiene en su mente en estos días la elección, sino cómo salvar su vida.