Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: miércoles 02 de mayo de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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En estas nuevas formas comunicacionales interactivas, fugaces, espontáneas han caído en desuso los grandes relatos, las utopías y la profusión argumentativa. En las redes hemos sido precipitados al abismo del hashtag, de las frases sueltas y cortas, de la etiqueta, del meme, del humor y la sátira –como armas políticas diría Bajtín–, pero también del insulto y la agresión, del desencadenamiento de pasiones. No obstante, ninguno de estos sentimientos o emociones tendría asidero si no nos remitiera inmediatamente a algún aspecto de la realidad. Si bien el Facebook es un lugar de expresión abierto, desordenado y caótico de ideas, visto con cuidado permite inferir tendencias interesantes pues es un lugar en que se expresa el malestar ciudadano, la inseguridad, los miedos, esperanzas, aspiraciones, celebraciones y broncas. Todas ellas son el reflejo de un estado de ánimo social, del sujeto fragmentado que va al encuentro del otro para constituirse en el mundo virtual y eventualmente, real.
A pesar de las críticas y contradicciones, este dispositivo es cada vez más utilizado por los actores políticos individuales y colectivos, a tal punto que genera incomodidad al poder, que intenta diseñar estrategias de control y regulación en un espacio que por sus características es inasible, múltiple, casi anónimo y desbordante.
El gobierno boliviano hace pocos meses ha declarado la ‘guerra digital’ mediante la creación de un bunker, armando a miles de jóvenes y ampliando su presupuesto como respuesta a la ingobernable profusión de mensajes, memes, audios, videos, gifs, etcétera que inundan los lugares comunes de los usuarios, que se sienten casi inconscientemente impulsados a reaccionar, a decir algo, a participar en la construcción de un mensaje o destruirlo mediante su descalificación.
No pretendemos ignorar los efectos nocivos que genera, como la invasión a la vida privada (que cada quien la expone voluntariamente), la manipulación de datos, el filtro que limita y maquilla la información de la realidad, entre otras cosas, que han sido denunciadas escandalosamente a nivel planetario o la manera “siniestra” en que se crean verdades ante lo cual, como ciudadanos-usuarios siempre tenemos la opción de desconectarnos si así lo queremos, pero los políticos no pueden prescindir de este nuevo lugar en que hoy habita la política.