Medio: El País
Fecha de la publicación: viernes 13 de marzo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La atención política se dispersa y se concentra en el coronavirus, donde evidentemente la presidenta Jeanine Áñez asume la iniciativa, y la responsabilidad. Todos los asesores políticos – no los de salud – le recomendaron tomar las medidas más extremas de prevención, porque en un país con un sistema de salud sin garantías, el caos político social podía ser peor que la pandemia. Bastó un día en Santa Cruz, con “siete hospitales siete” negando la entrada a una paciente para decantar cualquier duda.
El decreto contempla la suspensión de actividades que supongan concentraciones de más de mil personas. Carlos Mesa (CC) y Luis Arce (MAS) ya habían anunciado el día anterior que limitarían ese tipo de actos, algo que sus propios asesores también recomendaban, particularmente los encargados de finanzas, que no están tan boyantes como en octubre. Luis Fernando Camacho (Creemos) señaló en Tarija que no lo preveía, eso sí, antes de que se lanzara el decreto. Hubo ciertas bromas sobre las capacidades reales de cada uno para convocar a tanta población.
Sin campañas de actos multitudinarios, todo parece encaminarse a que la suerte del 3M se dirimirá en un debate – o dos o tres – si los compañeros del gremio son capaces de ponerse de acuerdo y no dejar escapar la oportunidad de ver a los aspirantes a mandatarios discutir sobre propuestas.
Las encuestas, hasta el momento, siguen dando al MAS una mayoría sólida y próxima al 40 por ciento, que sería suficiente para eludir la segunda vuelta si Carlos Mesa ni Jeanine Áñez, que rondan el 20 por ciento, no crecen, o lo hacen repentinamente Fernando Camacho, Tuto Quiroga o Chi Hyun Chung, que están entre el 8 y el 13% según el promedio de las tres únicas encuestas publicadas (Redes, Página Siete y ATB).
¿Es lo mismo que el incendio?
Las comparaciones se hacen casi inevitables. En 2019, entre julio y agosto se desató el fatídico incendio en la Chiquitanía boliviana. Arrasó más de tres millones de hectáreas y sobre todo, enardeció a una opinión pública cada vez más sensible con el medio ambiente.
Los expertos en comunicación de crisis coinciden en que entonces el Gobierno de Evo Morales minimizó el impacto; después pretendió vender la intervención del Supertánker como un éxito nacional sin esperar ni a los resultados; después se abusó de mostrar a Morales en la zona – con las famosas fotos del chisguete – y finalmente, cuando quedó en manos de los militares y el asunto entró en control, la gente ya había sacado sus conclusiones.
Celeridad
Ningún país del entorno ha tomado las medidas impuestas por Jeanine Áñez, recién ayer se cancelaron clases en España
En el caso del coronavirus, la conferencia del martes del Ministro de Salud, Aníbal Cruz, confirmando la presencia del virus en el país fue técnicamente correcta, pero en tiempos de política exacerbada, lo de llamar a la paciencia parecía un gesto de debilidad, que el Gobierno Áñez no está dispuesto a tolerar.
Áñez decretó suspensión de vuelos, control en fronteras y cancelación de clases y se fue a la escuela militar de Warnes, para rodeada de militares anunciar que allí habrá un centro de aislamiento. Luego de lo sucedido en los hospitales, solo faltaba que los militares también se resistieran.
En términos comunicacionales, los analistas consideran que se ha hecho lo correcto en primer término, aunque sigue faltando una suficiencia para informar sobre los casos confirmados, sospechosos, y la evolución de cada uno.
En términos técnico – sanitarios, los médicos señalan que la medida puede llegar demasiado pronto, o más bien, acabar demasiado pronto, cuando en Bolivia se acerque el frío y no se haya desarrollado del todo.
En términos económicos, los expertos señalan que el efecto puede ser catastrófico por lo que supone en la contención del gasto e inversión a corto y mediano plano ante la incertidumbre, lo que puede afectar a una liquidez de por sí muy contraída en el país por la caída del precio del petróleo y los problemas no resueltos desde la caída de 2014.
En términos políticos, nadie quiere ni oír hablar de una campaña encerrados en casas, contemplando a Áñez por televisión, por mucho que el barbijo le caiga como el chisguete a Morales.
¿El peor sistema de salud del mundo?
En Bolivia hay un miedo compartido entre el coronavirus y el sistema de salud en general. La acusación recurrente es recordar que “en 14 años no se hizo nada por la salud” que ya repiten en las filas del Gobierno, aunque sin mucho énfasis para que el resto de candidatos le recuerden que “mejor se hubiera concentrado en la amenaza y no en su campaña”.
En Santa Cruz, en siete hospitales se negó el acceso a una enferma, y las medidas siguientes parecen haber seguido esa línea, al prever espacios alternativos de aislamiento como los cuarteles.
La prevención parece ser el mejor antídoto, mientras tanto, las acusaciones por la “improvisación” y las falencias heredadas, se seguirán repitiendo.