Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 08 de marzo de 2020
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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El presidente asociado de actividades internacionales del MIT, Richard Lester, explicó que si bien los dos investigadores que hicieron el trabajo están asociados al Laboratorio de Ciencia y Datos Electorales del MIT, “llevaron a cabo este proyecto como contratistas independientes del Centro para la Investigación de Economía y Política (CEPR), una institución basada en Washington DC”.
Hay que aclarar un detalle más. No fue The Washington Post el que publicó el artículo, sino el blog The Monkey Cage’s, que está alojado en ese prestigioso medio de comunicación.
Medios internacionales y nacionales dieron por hecho que el informe era del MIT y que fue publicado por The Washington Post, lo que empezó a generar dudas sobre el informe de la OEA que constató el fraude electoral en el terreno.
Esta falsedad fue amplificada con entusiasmo por el expresidente Evo Morales, por sus exministros y por la red internacional de intelectuales y políticos de izquierda que le apoyan, entre los que se cuentan algunos presidentes, como el de Argentina Alberto Fernández, que escribió en su cuenta de Twitter: “Según un informe publicado por el Washington Post y realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Evo Morales ganó los comicios electorales del año pasado por más de 10 puntos de diferencia, sin que mediara fraude alguno”.
Que Fernández haya caído en la propaganda malintencionada, habla muy mal de él. Lo mínimo que debería hacer el Presidente argentino es disculparse por el bluf.
Para terminar de aclarar las cosas, hay que decir que el CEPR, que contrató a los dos expertos del MIT, tiene nexos con el socialismo bolivariano. Guillaume Long, quien fuera canciller de Rafael Correa en Ecuador, es su “analista principal de políticas”.
Para mayores señales, CEPR es la misma institución que ya en noviembre, tras la renuncia de Evo Morales, dijo que en Bolivia no hubo fraude electoral, sólo que esta vez contrató a dos investigadores del MIT para que reafirmaran lo que ya había difundido. Y, esta vez se aseguraron de que el artículo saliera en un medio de prestigio como The Washington Post, aunque fuera en un blog independiente, para lograr impacto internacional.
La estrategia resultó exitosa por algunos días porque importantes medios como El País de Madrid o la agencia EFE titularon que el MIT había elaborado el informe que negaba el fraude en Bolivia.
Ya en asuntos de fondo, el informe contratado por el CEPR resultó ser una análisis de simulación estadística en el que los dos expertos establecieron una “alta probabilidad” de que Evo Morales haya ganado sin fraude. Fue, entonces, una análisis de escritorio.
En cambio, el informe de la OEA fue elaborado en Bolivia por 30 expertos de diferentes países que establecieron, entre otras cosas, manipulación de actas, existencia de dos servidores externos por donde se introducían datos no oficiales e incluso presencia de más votantes que inscritos en el caso concreto de los votantes en Argentina.
Pese a las obvias diferencias, los propagandistas de Evo Morales, entre ellos muchos intelectuales de renombre, eligieron creer lo que decía el supuesto informe del MIT, que resultó no ser tal.
En esta estrategia, el CEPR no está solo, existe una red de think tanks izquierdistas trabajando para preservar el proyecto socialista del siglo XXI y para que los mandatarios que perdieron el poder lo recuperen. Bolivia está entre sus prioridades y por eso los líderes democráticos bolivianos deberían estar alertas para contrarrestar la posverdad que pretenden instalar indicando que en el país hubo golpe y que no hubo fraude electoral.