Medio: El País
Fecha de la publicación: lunes 30 de abril de 2018
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Las licitaciones turbias, con un poco de más aquí, un poco de menos allá, extrañas asociaciones accidentales y otros mecanismos de anticipación de cambios están por desgracia a la orden del día.
Leyes se fue al máximo, licitar por diez lo que costaba tres es una maniobra demasiado obscena como para que nadie pueda hacer la vista gorda. Con ese excedente, en verdad se podían haber hecho inversiones para que las mochilas de Sacaba puedan competir a nivel mundial. La ambición acabó tumbando a un líder con aspiraciones y que deja muy tocada a una oposición que, sin propuesta, sigue asustando en su concepción nacional.
No se trata de política, o no debería tratarse, pero lo que lleva pasando en Tarija con una operación de las mismas características, ya cuatro años en el olvido, deja en entredicho esa opción.
La plata llegaba por montones en esa época a la Yacuiba del 45 por ciento. Carlos Brú se había convertido en el alcalde con más recursos de la historia del Gran Chaco y tal vez, el de con menos ideas. De pronto patentó una que parecía imposible, pero con el boom de la tecnología se hacía factible: Una computadora por alumno. Así fue a llamarse el programa que pretendía dotar de un equipo a 12.500 alumnos del municipio.
El resto es conocido. El programa costaba 38 millones de bolivianos. Las computadoras casi 400 dólares por unidad, un precio ya disparatado para aquella época en cualquier tienda. Comprado en China y en gran cantidad se quedaron en 110 dólares, pero el negocio ya estaba hecho.
Lo más increíble de la historia es que no solo nadie ha hecho caso a la media docena de denunciantes que publicaron el caso, entre ellos nosotros mismos, sino que el presunto culpable ha seguido ascendiendo en el escalafón masista que, últimamente, se basa en el grado de amistad con el presidente Evo Morales. Brú es uno de los más ricos en el gabinete de Evo Morales y desde 2012, uno de los mejores amigos con quien comparte alegres charlas, selfies al volante y sonrisas en todos los foros.
Existen otras formas de corrupción subterfugia que requieren atención y minuciosidad. Por ejemplo, aquella que se adjudica por un monto x para hacer mil pero acaba haciendo 700. La cotidianeidad con la que se enfrentan este tipo de evidencias no debe apartarnos de la censura. No se trata de vivos. Recortarle kilómetros a la Bermejo – San Antonio o a la Copacabana – Yunchará no menoscaba pedirle las responsabilidades pertinentes a quienes erraron en su estimación, si es que ese es el caso.
La vía Entre Ríos Palos Blancos tenía que costar 85 millones de dólares con pendientes del 6 por ciento y curvas de 100 metros de radio. Si los radios de las curvas menguan a 50 metros y las pendientes se empinan al 8 por ciento pero los 85 millones de dólares siguen siendo idénticos, alguien está saliendo ganando. Si además todos los participantes no jugaron con las mismas opciones a la hora de presentarse a la adjudicación, no solo existe daño al Estado sino un trato de favor que siempre acaba perjudicando al empresario nacional.
Es evidente que las empresas y los empresarios deben ganar dinero en sus actividades, porque así funciona el sistema capitalista en el que Bolivia, por mucho discurso que se implemente, se mueve. Pero de la misma manera, los funcionarios públicos deben cuidar del patrimonio y los recursos del Estado. La Lucha contra la Corrupción fue una bandera central del Movimiento Al Socialismo en su ascenso al poder, pero la tolerancia para determinados sujetos se ha convertido en complicidad. Algo no va bien.