Medio: El Día
Fecha de la publicación: viernes 06 de marzo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Los sucesos de octubre y noviembre del año pasado nos llevan a la conclusión de que existe un gran consenso en relación a Morales y los sondeos de opinión también manifiestan un rotundo rechazo hacia el ex mandatario. Así sea que apoyen a uno y otro candidato, la idea sigue fija en que el cocalero no debe volver y que su destino es rendir cuentas ante la justicia por los delitos que cometió durante su mandato.
Esta conciencia ciudadana se traduce en una evidente comodidad de los postulantes democráticos, quienes saben que el próximo periodo constitucional no será conducido por Morales ni por ningún masista, pues él mismo lo sabe (y ya lo sabía el 20 de octubre), que en una segunda vuelta electoral, el MAS perderá por un amplio margen.
Si bien no es cuestión de generar psicosis, tampoco es saludable que el exceso de confianza se instale en las élites políticas. No podemos decir lo mismo del votante, que, en cada caso sabrá proceder conforme a la situación y a la necesidad de consolidar el proceso democrático que estamos tratando de llevar a buen puerto, lo que equivale a restituir la justicia y asegurar la convivencia pacífica.
El grave problema de Bolivia no es Evo Morales o el MAS y su retorno no es la peor amenaza. El enemigo a vencer en nuestro país es el populismo y lamentablemente, ni los ciudadanos, ni los políticos que dicen ser enemigos del socialismo, tienen claro cómo vencerlo y en todo caso, insisten en mantener las medidas que aplicó el cocalero durante 14 años y que han llevado al país a la ruina y lo que es peor, a la desgracia de haber desperdiciado el mejor periodo económico de nuestra historia.
Queremos pensar que el discurso imperante obedece a la necesidad de ser políticamente correctos, frente a un electorado que todavía tiene instalado en su mente muchos de los mitos que impuso el populismo y que en realidad se vienen propalando desde hace mucho. No por nada el socialismo todavía tiene tanta aceptación entre muchos que nadie podría acusar de ignorantes, ilusos o malintencionados.
Lo preocupante es que algunos candidatos estén incentivando esa vena populista y la están promoviendo con insultos como “privatizador”, como si la nacionalización hubiera sido una virtud o un éxito que debemos celebrar. Hay que decirlo claramente: ha sido un absoluto fracaso que debemos remontar precisamente con una apuesta por la inversión privada, por el emprendimiento y la iniciativa de los individuos que han permanecido arrinconados por un estado que se agigantó y se hizo tan pesado como inútil. Si no atacamos el fondo del dilema boliviano, el populismo estará de vuelta cuando menos lo esperemos. Así sucedió en Argentina.
El grave problema de Bolivia no es Evo Morales o el MAS y su retorno no es la peor amenaza. El enemigo a vencer en nuestro país es el populismo y lamentablemente, ni los ciudadanos, ni los políticos que dicen ser enemigos del socialismo, tienen claro cómo vencerlo