Medio: El Diario
Fecha de la publicación: jueves 05 de marzo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Él, sea por miedo o por falta de capacidad o por exceso de egolatría, jamás quiso debatir o discutir alguna idea, algún programa; siempre tuvo palabras para justificar su negativa hasta el extremo de sostener: “que nadie está a su altura; que él solo debate con el pueblo; nadie tiene moral para debatir, etc.”. Quien decía estos exabruptos no merece respeto alguno y si se comenta la intención expresada para debatir ahora es, simplemente, por respeto a quienes seguramente no se han enterado de sus intenciones, porque el Sr. Morales no tiene moral ni autoridad alguna para hacerlo. (Ed.12-2-20).
Los debates son importantes y el pueblo espera siempre su realización, pero las veces que se efectuaron en el cercano pasado, antes de seis elecciones, no han calado muy hondo como sería de desear; ahora, reeditarlos sería interesante y necesario; pero, en todo caso, jamás se podría tomar en cuenta a quien rehusó hacerlo sistemáticamente por ignorancia o miedo de enfrentarse con quienes, a su lado, eran muy superiores y estaban capacitados para intervenir en una exposición de ideas y programas.
El Sr. Morales tan solo para demostrar una vez más su egolatría, lanzó el desafío de debatir con los candidatos; pero, llegado el caso, seguramente evadiría el encuentro alegando cualquier pretexto, aunque sin confesar su incapacidad y el miedo cerval que tiene a todo y a todos los que son superiores a su escaso conocimiento y entender de la realidad nacional.
A propósito, es urgente que los candidatos, por propia conveniencia, se preparen para llevar a cabo siquiera tres debates sobre contenidos de sus programas, de sus ideas e intenciones de llegar al gobierno; pero, en todo caso, que sean concretos, que dejen la soberbia y la petulancia a un costado y entiendan que lo que digan lo recibirá el pueblo como una promesa de llevar adelante propósitos honestos y responsables; que abandonen el populismo y la fatuidad de decir lo que no es y, además, no ataquen ni ofendan a nadie; que muestren lo que piensan y sienten.