Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 02 de noviembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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El estado de ánimo de las clases medias urbanas está medio negro. La percepción política de la mayoría de la gente con la que hablo es bastante pesimista en relación al futuro; detrás de las palabras de aliento que recibo, muchos me dicen, entre líneas, que la ven fea, que no ven a nadie capaz de hacerle frente al gobierno y que la intuición les dice que los muchachos del MAS se van a quedar, por la fuerza, durante mucho tiempo más.
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Ilya Fortún
Autoritarismo versus ciudadanía democrática
jueves, 02 de noviembre de 2017
Parece que la arremetida autoritaria del régimen, el cinismo con el que enfrentan los escándalos de corrupción, algunas encuestas que circulan por ahí y la falta de liderazgos nuevos están generando un pesimismo colectivo muy útil para el gobierno.
Yo, que suelo ser harto pesimista, no comparto esa sensación y más bien creo que las cosas están bastante mejor de lo que aparentan, para los que estamos hartos de las imposturas y los atropellos de este largo y funesto engaño.
Sin pecar de optimista o de ingenuo, digo que vamos bien, porque entre todos los que nos oponemos a la forzada continuidad del régimen, hemos logrado cambiar muchas cosas que les permitieron reproducir poder cómodamente durante una década.
El relato oficial, que parecía inagotable, infalible y blindado, ha llegado a su límite y hoy desfallece en un agotamiento progresivo e irreversible. Ese relato machacón, que sostenía la falsa polaridad entre izquierdistas y derechistas, entre revolucionarios y neoliberales, entre salvadores y vendepatrias, ya no les funciona más, y ha sido reemplazado por un nuevo eje político: el de los autoritarios dictatoriales versus la cuidadanía democrática.
Las coordenadas de la simbología y la disputa política han cambiado sustantivamente, y esa es una pésima noticia para los que aprovecharon sistemáticamente de un maniqueísmo fabricado a su medida y a su conveniencia. El escenario y el juego político ahora es otro y, en él, el gobierno tiene las de perder.
En el quiebre democrático al que han apostado ya no están enfrentando solamente a la oposición partidaria que tan fácilmente descalificaron; ahora están frente a la convergencia de todas las fuerzas que apostamos por la defensa de la democracia, de nuestros derechos constitucionales, de nuestro voto y de nuestra dignidad.
Nos están enfrentando además en condiciones de descomposición y de deterioro de su legitimidad, degastados cada día un poco más por su inoperancia en la gestión, por la corrupción desbocada y por condiciones económicas también en declive. Se les acabó la jauja y la cosecha de siembras ajenas.
En la ceguera del poder y de la angurria por quedarse a toda costa, están encaminados a
desenmascararse definitivamente y mostrarse como lo que son realmente: autócratas que utilizaron la democracia mientras les fue conveniente.
Y una vez que terminen de sacarse la careta, habrán cruzado la línea roja de la tolerancia de muchos sectores que han sido generosos con su paciencia, pero que tienen un límite que los masistas ignoran porque al parecer ignoran nuestra historia.
El camino que ellos han elegido y la convergencia política de las oposiciones en torno a la resistencia al autoritarismo los está llevando indefectiblemente a su caída y eso ocurrirá más temprano que tarde.
Es cierto que eso no resuelve ahora la falta de liderazgos y de proyectos políticos alternativos, pero eso se resolverá luego de la transición postevista. Por el momento la prioridad es liberarnos de los matones y restaurar la democracia plena.
Ilya Fortún es comunicador social.