Medio: La Razón
Fecha de la publicación: martes 03 de marzo de 2020
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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El discurso del fraude electoral dizque arreglado por el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), en complicidad con el anterior Tribunal Electoral Plurinacional (TEP), fue la punta de lanza con la cual los entonces sectores opositores emprendieron una cruzada de conspiración política hasta terminar con el golpe de Estado que obligó a Evo Morales a dimitir. Este complot se ancló en el discurso del fraude electoral, que fue legitimado por el informe de la auditoría electoral elaborada por expertos de la Organización de Estados Americanos (OEA).
La idea del fraude fue precedida por otro discurso de la segunda vuelta la misma noche de las elecciones en el espacio mediático. Tras el arribo de los primeros resultados, los medios y sus analistas posicionaron en el debate el tema de la segunda vuelta, sin percatarse de que eran resultados parciales y soslayando la votación rural. Casi como si fuera parte de un guion cinematográfico, el candidato presidencial opositor de aquel entonces, Carlos Mesa, desplegó una estrategia discursiva para fortalecer esta idea, y con el correr de los días propaló el discurso del fraude electoral.
Este discurso caló profundamente en los sectores urbanos, y la indignación que generó en la ciudadanía (previa a la indignación por el no respeto a los resultados del referéndum del 21 de febrero del 2016, que le negaron la posibilidad de ir a una reelección al presidente Morales) fue un factor catalizador para la movilización social de los sectores urbanos. En suma, el discurso del fraude fue orquestado por una conspiración que derrocó a Morales de la presidencia.
El golpe de Estado fue la consecuencia de esa tramoya. El gobierno golpista que asumió el poder, a la cabeza de Jeanine Áñez, en su afán por apaciguar la indignación popular ante el derrocamiento de Morales usó las fuerzas represivas para perpetrar masacres en Sacaba (Cochabamba) y El Alto. El saldo es aterrador: más de 40 muertos y decenas de heridos. Estas masacres fueron la punta del ovillo para instalar un régimen de terror: con persecuciones a adversarios políticos, silenciamiento y amedrentamiento a medios alternativos de información, exacerbación de la judicialización de la política. Todo ello en nombre del fraude. Y también en nombre de la democracia.
En un artículo publicado por el Washington Post, John Curiel y Jack R. Williams, investigadores del Laboratorio de Ciencia y Datos Electorales del MIT, dan a conocer los resultados de un estudio que elaboraron sobre las elecciones fallidas de octubre, en el cual concluyen que “no hay una evidencia científica” sobre el fraude en Bolivia. Este informe se suma a cuatro equipos internacionales de investigación política que tampoco encontraron indicios de fraude en las elecciones del 20 de octubre.
Entonces, la indignación popular por el golpe de Estado se incrementará frente a la confirmación de que no existió un fraude electoral y solo sirvió para legitimar un régimen autoritario. Así, en la disputa discursiva entre el “golpe de Estado”, enarbolado por el MAS, y el “fraude”, esgrimido por sectores antimasistas, quizás este último discurso se vaciará de sentido político en el curso de la campaña electoral.