Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 27 de abril de 2018
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Procesos contra autoridades electas
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Vamos a andar
Alcaldías y corrupción
El municipio de Cochabamba está pasando por una peligrosa crisis de institucionalidad a partir de la repentina detención y enjuiciamiento del alcalde Leyes, sin que hasta ahora se le haya podido nombrar un sustituto, ni se pueda saber qué va a pasar. La reacción social ha sido intensa, lo que ha llevado a concentraciones, enfrentamientos y un nivel excesivo de represión.
Personalmente no voy a justificar al alcalde Leyes, que sin duda tiene que tener alguna responsabilidad en la escandalosa adquisición de mochilas chinas. Los datos que hasta ahora se han publicado muestran que, sin duda, ha habido un manejo corrupto en ese proceso, y es necesario que todo eso se aclare, se investigue y se sancione, caiga quien caiga.
Lo que resulta incomprensible —y lo que está causando malestar en la
opinión pública, más allá de militancias partidarias— es el contraste
entre la velocidad insólita con que en este caso está funcionando la
administración de justicia y la increíble lentitud con que funcionan
otro montón de casos de corrupción municipal —y no municipal— cuyos
responsables pertenecen al partido de gobierno.
El contraste más llamativo —e indignante— es el que se da en la misma
Cochabamba con el proceso al exalcalde Edwin Castellanos, que aparece
responsable del colapso de un puente y al que hasta ahora nadie ha
detenido ni ha intentado juzgarlo en serio; peor aún, justo en estos
días se supo que el fiscal Vera estuvo maniobrando para que el caso
Castellanos no avance hasta que su delito prescriba (por lo demás un
delito mucho más grave que el de las mochilas chinas)…
Y de la misma manera podemos preguntarnos por qué otros muchos hechos
de corrupción siguen sin tratamiento judicial. Ahí está el tristemente
célebre alcalde de Achacachi y el exalcalde de Independencia y el de
Chulumani, y otros muchos escándalos que siguen sin aclararse, como la
corrupción en el Fondo Indígena y el asalto, y quema de la Alcaldía de
El Alto, y el tráfico de influencias de Gabriela Zapata.
¿Y por qué esas diferencias? Evidentemente porque en todos los casos
que mencionamos los responsables son del MAS, cuando debería ser al
contrario, a los y las militantes del MAS habría que exigirles de manera
mucho más implacable que no se corrompan.
La corrupción debería considerarse no sólo como delito ético —robo al
Estado y por tanto al pueblo—, sino como delito político, pues
representa el mecanismo más influyente para la pérdida de prestigio del
actual proceso político, que tenía que ser de cambio y que está
resultando de continuidad con lo que siempre fue este Estado que
padecemos.
Es evidente que desde el punto de vista institucional lo que está fallando estrepitosamente es el sistema de justicia (y no vamos a insistir ahora en el desastre de las elecciones de autoridades judiciales, que es algo ya muy sabido); pero no es lo único. Ahí aparece también la inconsecuencia del instrumento político, que al final se está comportando como siempre se comportaron los partidos políticos; vale decir, como instrumentos para el aprovechamiento ilícito de las instancias estatales, en este caso de las alcaldías (me atrevo a afirmar que la mayoría de las alcaldías).
No, compañeros y compañeras del gobierno (y del MAS), mientras no esté
preso el exalcalde Castellanos (el Cholango, gracias a cuya pésima
gestión la oposición pudo ganar las últimas elecciones municipales en
Cochabamba) no tiene sentido el precipitado enjuiciamiento y
apresamiento del actual alcalde Leyes. Además, parece que ustedes no se
dan cuenta de que esta forma de proceder lo que provoca es un
fortalecimiento de la oposición (con Leyes a la cabeza o con cualquier
otro).
Y por cierto, no basta que ahora el fiscal Vera se retire (que es lo
menos que debería ocurrir), es imprescindible que todos los y las
acusados de corrupción sean sometidos a investigación judicial. Sin eso
las perspectivas de cambio se seguirán agotando, cada vez más rápido.
Por favor, hagan algo. ¡Ukamau!
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.