Medio: La Razón
Fecha de la publicación: domingo 01 de marzo de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Durante semanas, analistas, comentadores, comedidos y comensales vienen reclamando la conformación de juntuchas y menjunjes electorales como única estrategia para consolidar en las urnas lo que consiguieron con las armas. Hubo incluso un candidato que anunció dramáticamente: “Si no nos unimos, Evo vuelve”.
Lo primero que llama la atención en este discurso es su naturaleza contradictoria. Si —como dicen— la mayoría del pueblo boliviano se cansó de la tiranía y en 21 días de lucha recuperó la libertad y la democracia, ¿por qué entonces hacen falta juntuchas y menjunjes para que las urnas lo confirmen? Si es cierto que el Movimiento Al Socialismo (MAS) ha sido derrotado y nunca más tendrá mayoría, ¿qué problema hay con que cualquiera de sus dirigentes sea candidato a senador o vicepresidente? Si es verdad que hubo un monumental fraude que permitió a Evo Morales ganar en octubre, ¿por qué ahora, que el Tribunal Electoral es limpio y confiable, temen que los resultados de la votación repitan la victoria de 2019?
Entre los comensales hay quienes defienden un menjunje previo a las elecciones. Es la posición del Comité Cívico de Santa Cruz, que ha llamado a reuniones, se ha declarado en emergencia, y se ha erigido en matrona casamentera de un posible frente único. Hasta ahora sus esfuerzos no han dado fruto. Ni lo darán: la derecha de la papeleta electoral lo único que tiene en común es el odio. Y, por muy grande y destructivo que éste sea, es incapaz de superar el ego y los intereses de sus presidenciables.
Hay otros comedidos, más cínicos, que descartan la juntucha por impracticable, y proponen en cambio el menjunje. Esta estrategia propone hacer q’oñichi de antiguas formas de coalición, recalentando alianzas por la democracia y pactos por el cuoteo, a fin de contrarrestar la mayoría del MAS en la Asamblea Legislativa.
Hay, por último, otro tipo de comensal de paladar más gourmet, que aboga por la selectividad a la hora de combinar ingredientes. Estos defensores de la pureza electoral proponen aplicar el voto útil, apoyar a quien se perfile como segundo en la encuesta sin importar su nombre, su sabor o su contenido calórico.
“Así fuera un mono con peluca”, dijo alguno. Rara exquisitez, que en tiempos de pandemias resulta peligrosa.
Mientras la derecha en pleno, tenedor en mano, busca la forma de comer del plato del Estado, hay un candidato que tiene asegurado el triunfo sin acudir a ningún tipo de componenda ni tener que tragarse monos ni sapos. Su estrategia es sencilla: tiene apoyo mayoritario. Las encuestas más conservadoras le dan un 36% de voto consolidado, casi el doble que su competidor inmediato.
Evidentemente mucho puede cambiar de aquí al 3 de mayo: impugnaciones, inhabilitaciones, acusaciones, detenciones son todas opciones posibles del menú de arbitrariedades que pueden aplicarse. Todo vale para evitar lo que otro analista llamó “el descalabro de la democracia”: tener que respetar la voluntad expresada por voto mayoritario. Todo vale para evitar devolver en las urnas el poder que arrebataron con tanques y metralletas.