Medio: El País
Fecha de la publicación: sábado 29 de febrero de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Quizás en las elecciones de mayo no sea posible soñar con un país libre de corrupción y de democracia plena, porque ahí están los candidatos llenos de angurria por ese poder nefasto que tanto les apetece, listos para seguir saqueando las arcas del estado y empobreciendo al pueblo, los unos igual que los otros, ninguno dispuesto a dar un paso al costado.
Desde el retorno de la democracia, hace treinta y siete años, a los ojos de todos, el nivel moral de los gobernantes es ínfimo y continúa descendiendo. Por ello debemos pensar en la nueva década y desear que una nueva generación, libre de taras, logre asumir dentro de cinco o diez años las riendas de la nueva Bolivia.
A lo largo de los dos siglos de historia republicana, veinte familias camufladas en muchos apellidos, gobernaron Bolivia. Por supuesto que era necesario que este siglo haya un cambio y que mejor que fuese un presidente aborigen, un presidente originario y, en eso, casi toda Bolivia estuvo de acuerdo. Sí, estuvo muy de acuerdo de que haya un cambio, un real y profundo cambio en la conducción del estado. La elección de Evo Morales Ayma era la esperanza de una Bolivia sin excluidos, sin racismo ni odios, con participación de los pueblos indígenas, de los pueblos aborígenes, de los citadinos, de los campesinos, de la clase media y de todas las clases sin distinción alguna.
Pero, al parecer, según las numerosas denuncias de los medios de comunicación, sólo hubo cambio de corruptos, cambio de narcotraficantes, de aprovechadores, de aduladores, estafadores y sinvergüenzas. Continuando con la tradición de los anteriores gobiernos, una cúpula palaciega se enriqueció a costa del pueblo al que supuestamente protegían. Así, quienes pagan los platos rotos son los simples militantes, dirigentes medios e intermedios que no han tenido ninguna decisión en el manejo de la cosa pública. Hoy, como si el tiempo hubiese borrado sus delitos, una casta social rica y privilegiada, una élite señorial, quiere volver al palacio, pretendiendo implantar un gobierno “teocrático”, un gobierno “fundamentalista”, sin respetar la carta magna, la cual dice con claridad y precisión, cito: “El estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones. El estado es independiente de la religión.”
En unos meses más se llevarán a cabo unas nuevas elecciones para elegir a la presidente o presidente, pero… nos hemos preguntado ¿Qué tipo de presidente o presidenta queremos para que nos gobierne?, ¿Cuál es el perfil que debe tener la candidata o candidato para ser presidente o presidenta de Bolivia?, pues con seguridad no nos hemos hecho tales preguntas.
Es necesario hacernos la pregunta y responder, nosotros mismos, de acuerdo a nuestras convicciones y al cariño que sintamos por esta tierra humillada.
Por mi parte, pienso que lo ideal sería un presidente o presidenta tecnócrata, que forme un gobierno de tecnócratas con hombres y mujeres capacitadas en las aulas de educación superior, capaz de llevar adelante la conducción del país respetando la Constitución Política del Estado, respetando los derechos de los pueblos indígenas, respetando los derechos humanos, respetando la libertad de cada uno de los ciudadanos que habitan nuestro territorio, sin vulnerar ninguna ley. No más caudillos que siembren odio, racismo y que culpen a otros de sus inutilidades.
Creo que es tiempo que Bolivia deje de ser gobernada por politiqueros, leguleyos, charlatanes que llevan más de 30, 40 años, décadas, gobernando a este país desde las alcaldías, prefecturas, gobernaciones, parlamento y poder ejecutivo. Algunos sinvergüenzas han ido camuflándose en diferentes partidos políticos, haciéndose elegir de diputado a senador, para luego ser gobernadores o asambleístas, se van turnando en el poder, jamás en sus vidas han trabajado, son parásitos que viven de la plata del pueblo.
Ya los viejos troncos carcomidos y corroídos por la corrupción han cumplido su función. Es necesario que los jóvenes, las nuevas generaciones sigan el designio de Manuel Gonzales Prada: “Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz”, sin ser perseguidos, encarcelados o acusados de sedición. Todos esos viejos troncos deben hacerse a un costado para dar paso a las nuevas generaciones y dejar que gobiernen la nueva Bolivia del siglo XXI que todos soñamos, sin odios, sin racismos, sin ideologías. Soñemos una Bolivia próspera.