Medio: La Razón
Fecha de la publicación: viernes 28 de febrero de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En este sentido, resulta importante poner sobre la mesa el carácter excepcional de este venidero proceso electoral; así como lo es insistir en la diferenciación entre marketing y comunicación política. ¿Por qué? Básicamente porque la comprensión de sus peculiaridades nos puede permitir tener claridad sobre lo que está en juego en este proceso electoral, y consecuentemente, abordarlo de manera adecuada.
Lógicamente será difícil convencer a las tiendas políticas en competencia que se encuentra en juego algo que va más allá de sus propias candidaturas; y que es incluso superior a la voluntad de que el MAS no retorne al poder, luego de 14 años de continuo gobierno. Tal parece que la ciudadanía, donde se siente cotidianamente la profundidad de las heridas, percibe con más facilidad el hecho de que está en juego algo mucho mayor que un siguiente gobierno: se juega la restauración de nuestra convivencia democrática.
Resulta importante establecer con claridad lo señalado para abordar de manera adecuada a las elecciones generales del 3 de mayo en su generalidad, y el cómo se deberían encarar las campañas electorales en su particularidad. Pues abordarlas exclusivamente desde la mirada del marketing político (que pone los partidarios por encima de los intereses democráticos) podría resultar muy nocivo para la restauración que debemos encarar simultáneamente a esta carrera electoral; y que además, dicho sea de paso, no concluye con ella.
La implementación de tácticas del marketing político (por ejemplo la denominación de “candidatura en blanco” o la generación de expectativas que no llegan a ningún fondo), al ser acciones que siembran más dudas que certezas y que no se refieren con claridad a los hechos políticos, terminan enrareciendo aún más el delicado escenario de opinión pública sobre el cual se trata de llevar adelante este proceso electoral. Y, de cierta manera, desalientan la deliberación democrática, el voto informado y el diálogo claro y plural.
Por su esencia, la comunicación política debería estar siempre más inclinada hacia el fortalecimiento y la ampliación democrática, en desmedro de los intereses partidarios. Intereses legítimos, por supuesto, pero más ligados a las actividades del marketing. Y sin duda alguna, es tiempo de que las y los actores políticos que intervienen en este proceso electoral (desde el ámbito político, mediático y civil) lo aborden con un horizonte que anteponga el objetivo de la reconstrucción de las aristas que se encuentran profundamente erosionadas en nuestra actual democracia.