Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 20 de febrero de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Sin embargo, también es cierto que esta división conducirá a la dispersión del voto en beneficio del MAS y que eso podría significar que Morales regrese pronto al país, que el fraude electoral de octubre quede olvidado y que sus 14 años en el poder se alarguen indefinidamente, con los conocidos abusos cometidos hasta noviembre pasado.
A la luz de la más reciente encuesta presentada por un grupo de canales de televisión se puede decir que la situación del MAS es inmejorable, no por el 31% de preferencia que obtuvo, que dicho sea de paso, es su nivel más bajo en los últimos 14 años, sino por la distancia en la que se encuentran sus oponentes: Carlos Mesa (17%), Jeanine Añez (16%), Luis Fernando Camacho (9%) y Chi Hyun Chung (5%).
Si la tendencia se mantuviera, según especialistas en métricas electorales, esto podría significar que Luis Arce estaría a punto de ganar la elección en primera vuelta porque falta sumar el voto rural y la proyección de los indecisos. Pero, si no lograra tal cosa, al menos tendría mayoría legislativa, más aún tomando en cuenta que el voto rural, donde pisa fuerte el MAS, tiene más peso específico que el urbano a la hora de repartir los escaños.
Si bien faltan más de dos meses para los comicios y por lo tanto es muy pronto para vaticinar el nombre del ganador, al menos se puede ensayar un análisis sobre los riesgos de lo que se avecina si el panorama no cambia.
El estudio configura un escenario peligroso porque, incluso perdiendo la Presidencia, el MAS tendría la sartén por el mango en el Legislativo, lo que podría traducirse en ingobernabilidad para el futuro gobierno.
Hasta ahora todos los candidatos opuestos a Morales, e incluso Tuto Quiroga que tiene 1,6%, creen ser capaces de ganar al MAS, dicen ser el centro de la unidad y ninguno ha dado muestras de querer bajarse de su candidatura. El único que ha dicho que deja “en blanco” su postulación es Luis Fernando Camacho que, sin embargo, más temprano que tarde ha aclarado que eso no significa abandonar su aspiración, sino convocar a la unidad. Es decir, más de lo mismo, al menos hasta ahora.
Y, más llamativa ha sido la reacción de la fórmula Juntos, que ha justificado una vez más la candidatura de la presidenta Jeanine Añez indicando que se decidió a postular forzada por la falta de desprendimiento de los otros candidatos para lograr la unidad. Es decir, es un intento de resolver el problema agregándole más conflictividad.
Está claro que la unidad entendida como la alianza entre las candidaturas opositoras al MAS es una quimera, pero lo que se podría esperar es que algunos postulantes puedan ir renunciando a sus aspiraciones presidenciales para dar lugar a la concentración del voto antimasista en una o dos fórmulas que tengan mayores opciones de ganar al partido de Evo Morales.
Y, la última opción es que, tal como sucedió en las anuladas elecciones de octubre, la gente decida concentrar su voto en la candidatura que logre llegar a la recta final del proceso electoral como la mejor posicionada entre todas las oponentes al MAS.
Hasta aquí queda claro que los candidatos no tienen ni desprendimiento, ni grandeza, y menos amor a Bolivia para renunciar a sus candidaturas. Lo único que buscan es preservar su tajada de poder para convertirse en fichas de negociación en la Asamblea Legislativa, aunque eso signifique el regreso de Evo Morales.
Lo que tal vez no están visualizando estos pequeños líderes es que si Morales regresa lo hará más empoderado y autoritario que nunca y que los que osaron combatirlo en las calles, en el Palacio de Gobierno o en las urnas, tendrán que salir huyendo de Bolivia para no recibir el azote de la venganza.