Medio: El Día
Fecha de la publicación: martes 18 de febrero de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Ni siquiera la debacle socialista de la Unión Soviética, la hecatombe de las naciones de Europa del Este, el desastre cubano y la calamidad venezolana, por citar solo algunos ejemplos, han conseguido eliminar del mundo las pulsiones colectivistas de las que ya advertía Aristóteles, hace 2.400 años y que se resumen en la idea de un individuo que compensa sus limitaciones con la acción de la comunidad que lo rodea.
Ese criterio destructivo ha calado hondo en la humanidad, ha creado generaciones parasitarias que no ven nada malo en vivir del esfuerzo ajeno, que consideran moralmente aceptable que, a la fuerza, se les quite a quienes trabajan individualmente y se distribuya el botín entre los que supuestamente no han tenido la fortuna, el privilegio o la ventaja de conseguir un mejor bienestar.
A esas “masas oprimidas” las han convencido de que los parásitos son los otros, los que han desarrollado ideas, las han puesto en práctica, han arriesgado su destino, su dinero y sus vidas por un sueño y finalmente han logrado multiplicar la riqueza. A ellos les exigen una santidad y una pulcritud ética que no existe, menos en quienes consideran legítimo robar al estilo Robin Hood.
Lo más triste del caso no es que al final ese asalto y saqueo de la propiedad se acaba. Los que saben trabajar y consideran indigno esperar las migajas de arriba, son capaces de reconstruir sus vidas y rehacer todo lo que destruye el vandalismo socialista. Lo lamentable es la situación de esas multitudes de mendigos, de mutilados mentales, de perturbados ideológicos, que siempre están atentos a la llegada de un nuevo justiciero. Eso se llama esclavitud, pero el cine, la intelectualidad, lo políticamente correcto, el arte y la pseudociencia lo llaman justicia social, bien común, igualdad y lo disfrazan con eufemismos de lo más convincentes.
Por eso es muy difícil detectarlos, denunciarlos y desenmascararlos. Tienen puestas túnicas muy llamativas, moralmente incuestionables y generan amplia simpatía con sus propuestas solidarias, incluyentes y bondadosas. Pese a que los socialistas han ocasionado los mayores desastres humanitarios y los más grandes genocidios, parecen estar blindados contra la crítica y la proscripción, como ha sucedido con su hermano gemelo, el fascismo.
No ayuda en lo más mínimo a combatir el socialismo y a acabar con los impostores, cuando quienes dicen ser sus enemigos no le dicen la verdad a la gente, prefieren apelar a trucos discursivos, a artilugios estadísticos y estrategias electoralistas que pueden funcionar una vez, como ocurrió en octubre de 2019, pero que serán inocuas si lo que se pretende es fulminar cualquier amenaza de retornar a la dictadura.
No ayuda en lo más mínimo a combatir el socialismo y a acabar con los impostores, cuando quienes dicen ser sus enemigos no le dicen la verdad a la gente, prefieren apelar a trucos discursivos, a artilugios estadísticos y estrategias electoralistas que pueden funcionar una vez, como ocurrió en octubre de 2019, pero que serán inocuas si lo que se pretende es fulminar cualquier amenaza de retornar a la dictadura.