Medio: El Diario
Fecha de la publicación: jueves 13 de febrero de 2020
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Desde siempre y en concordancia con los textos evangélicos, la Iglesia ha sostenido que los bienes dispuestos por Dios son intangibles, irrenunciables y permanentes para todo ser humano, que nadie, por poder que tenga, debe vulnerar esos principios y que la Iglesia saldrá en defensa del pueblo cada vez que exista el intento de violar la voluntad del Creador.
Muchos gobiernos, y especialmente el régimen que estuvo a cargo del gobierno entre 2006 y noviembre de 2019, han pretendido convencer de que “la Iglesia debe dedicar su misión solamente a predicar la Biblia y los Santos Evangelios y no entrometerse en políticas de ninguna clase”. Aceptar todo ello sería someterse a la voluntad arbitraria de la dictadura, lo que nunca se aceptó por ser imposición. Al contrario, los principios de libertad, democracia y defensa de los derechos humanos son cada vez más aceptados y defendidos por el pueblo, con el respaldo permanente de la Iglesia.
En más de dos mil años de vigencia del cristianismo, la Iglesia jamás se sometió a la voluntad de dictadores, tiranos y quienes querían el apoyo y complicidad de la Iglesia; esta posición jamás convenció a quienes gobernaron muchas naciones y por ello circuló el criterio equivocado de que “los obispos y los religiosos sólo deben servir en los templos”. Pero la defensa del ser humano y sus derechos siempre fue misión cumplida, inclusive soportando martirios y torturas aplicados por quienes querían imponer sus caprichos, conforme a intereses y conveniencias mezquinos.
Hoy la Iglesia pide a los bolivianos que cuiden la unidad, virtud y decisión lograda en noviembre pasado con la derrota de la dictadura-tiranía ejercida durante casi 14 años por el partido Movimiento al Socialismo y su caudillo. No existen, pues, condiciones para la repetición de un sometimiento porque la voluntad de mantener los derechos es única en todos y es exigencia que deberían cumplir los políticos, especialmente en el ejercicio electoral en que ellos, como personas y como partidos, deberían mantener incólumes y alejados de divisiones o transfugios que siempre han atentado contra los derechos civiles del pueblo.