Diríamos que esta decisión ha ocasionado un tsunami político de intensidad, no sólo dentro sino también fuera de Bolivia. Al exterior, porque hay quienes no entienden cómo si se desechó la idea de golpe o sedición en la salida de Evo Morales del poder a través de una sucesión constitucional consensuada, ahora la persona en quien recayó la responsabilidad de esta transición se postula a sí misma como candidata presidencial. Y, dentro del país porque con el anuncio todo el incipiente tablero político se ha removido desde las bases.

La Presidenta no está ajena a este debate. Durante el acto de posesión de sus nuevos colaboradores, intentó explicar por qué no ha sido una muestra de inconsecuencia el hecho de presentarse como candidata después de haber insistido varias veces en que no lo haría. Intentó, decimos, porque no logró hacerlo de manera efectiva. Explicó que ella había querido conformar un frente único para evitar la dispersión de las fuerzas contrarias a Evo Morales y que debido a que no lo consiguió, decidió ella misma presentarse. Eso es una contradicción: no se puede reducir la dispersión incluyendo a un candidato más a ese escenario.

Dos elementos resaltan del discurso de la Presidenta, ambos criticables: primero, haber usado la “carta de género” es lamentable, porque elude el centro del debate. Se le critica a la mandataria no haber sido consecuente con una promesa que hizo, y cuando se lo enrostran ella dice: “Me critican porque soy mujer”. La respuesta puede ser efectiva políticamente, pero simplemente es falsa. No se la critica por ser mujer, como no se criticó a Morales por ser indígena cuando incumplió, él también en su momento, su palabra.

El otro asunto es la espinosa promesa de que realizará su trabajo como Presidenta “en horarios de oficina” y de lunes a viernes. Por lo tanto, en sus momentos libres, podrá hacer campaña electoral. Un Presidente no tiene, realmente, tiempo libre para dedicarse a otra actividad, que no sea el descanso obvio o las relaciones personales. De hecho, la Constitución establece que los funcionarios públicos no pueden tener otra actividad pagada excepto la docencia. ¿Se imagina a un ministro trabajando en horarios de oficina y luego asesorando a un banco o a una empresa agrícola?

Añez está pagando, con las críticas que recibe, el costo de haber dejado su honroso sitial de Presidenta de la transición para convertirse en una política más.