Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: sábado 01 de febrero de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
La dictadura destrozó los partidos políticos no sólo con juicios, amenazas y presiones, sino desacreditándolos al extremo de que mucha gente está convencida de que la política es mala palabra; que los partidos que sobreviven y hasta los nuevos formados en repulsa al populismo del MAS son nefastos residuos del colonialismo o del racismo.
Los 14 años de abusos de poder, de sustitución de los valores humanos por el culto a la personalidad de un jefe semianalfabeto, megalómano y convencido de ser la reencarnación de Túpaj Katari, no sólo estaban corroyendo la mente de los escolares con las historias de Evito, sino que lograron torcer también la mente de intelectuales honestos y, más fácilmente, de quienes, habiendo cerrado los ojos a la corrupción, el derroche de los recursos del Estado, el narcotráfico, la mentira institucionalizada del más cobarde de los jefes de Estado que huyó hasta México de miedo a las pititas, ahora abren los ojos y se escandalizan al observar que los candidatos democráticos dijeron, pensaron o hicieron algo que ellos juzgan criticable.
Los puritanos perfeccionistas, asumiendo la neoética del siglo XXI, descalifican a los postulantes, a unos por jóvenes inexpertos a otros por muy maduros y a todos simplemente por ser “políticos”. Últimamente, se alborotan porque una mujer que está mostrando ser una excelente presidenta haya decidido ser candidata.
En nuestra columna citada decíamos: “Aunque las pititas nos unieran en la segunda vuelta, el gobierno electo, débil y abrumado por una artera lucha sin cuartel y sin moral del masismo no podría lograr gobernanza y entonces sí volvería Evo, blindado y protegido”.
Esta observación cobra mayor actualidad después de que la señora Añez, al ver frustrados sus esfuerzos por lograr la unidad de las organizaciones democráticas para derrotar claramente al masismo, decide participar personalmente en el proceso electoral. Valientemente, con el coraje con el que asumió el mando, pacificó al país, institucionalizó a las Fuerzas Armadas y a la Policía, hace frente al desafío de perder su prestigio bien ganado para ingresar al deleznable terreno electoral, con la esperanza de contribuir a la tan esperada unidad nacional.
Los cívicos de Santa Cruz han tenido la iniciativa de convocar a los candidatos, para buscar hoy un entendimiento que supere la suicida dispersión actual.
Ojalá todos comprendan la necesidad de postergar sus intereses particulares en favor de la postulación de quienes puedan contribuir mejor a la culminación del proceso de transición, completando la difícil tarea de reconstruir el país, garantizando que los partidos, organizaciones cívicas y todos los ciudadanos disfruten de libertad para organizarse, debatir libremente sus postulados, para competir honesta y lealmente en la política, con fundamentos sólidos y no sólo con binomios improvisados. Sin dejar espacio para que existan postulaciones desvergonzadas como la reciente de Evo, que insulta al pueblo boliviano sintiéndose todavía dueño del país.
El derroche faraónico de los fondos del Estado y todo lo descrito por Peñaranda en el “Abecedario de la corrupción” y “Los Elefantes Blancos (Página Siete 02-06-19) se ha reemplazado en pocos meses por una administración austera. Se ha recuperado la dignidad nacional en el controvertido caso de lo ocurrido con las embajadas de España y México. Se ha incrementado el presupuesto para el sector salud, que ahora está en buenas manos, y llega de verdad al 10% del nacional.
Sin embargo, el retroceso vivido en 14 largos años no puede recuperarse en meses y no estamos libres de volver al oprobio de la dictadura. Frente a esta situación, resulta anacrónico que leguleyos y las y los menos virtuosos se ensañen con críticas destructivas contra candidatos honorables (cualquiera de ellos diez veces mejor que Evo) exigiendo tengan cero defectos y más virtudes que la Madre Teresa de Calcuta.