Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: viernes 31 de enero de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Hoy, poco más de dos meses después, lapso que en términos históricos es una insignificancia, el panorama dista mucho de lo que se esperaba. A tal punto, que el desasosiego, la confusión y el miedo sobre lo que nos depara el futuro es la corriente principal en la opinión pública nacional.
Los motivos que dan lugar a tan radical cambio son muchos. El más visible, pero no el único, es la atomización de las fuerzas que se opusieron a la prolongación del régimen masista. La proliferación de fórmulas electorales que se presentan a sí mismas como la mejor opción, descalificando al unísono a todas las demás, es la manifestación más visible de esa tendencia hacia la disgregación.
Las vergonzosas muestras de desorientación que a diario dan los aspirantes a encabezar el próximo gobierno no son fruto del azar. Son sólo la prolongación del mismo fracaso que hace dos décadas causó el colapso del sistema de partidos políticos vigente entre 1982 y 2003.
Como se puede ver por los resultados, los 20 años transcurridos desde entonces pasaron en vano. Ni los antiguos líderes políticos ni los que pretenden ocupar su lugar han logrado ponerse a la altura de los desafíos que plantea nuestro país y nuestro tiempo, lo que deja abierto un vacío del que nada bueno se puede esperar.
Ante la falta de un proyecto de país alternativo al que el MAS propuso, queda despejado el camino para que las energías y voluntades colectivas se diluyan en medio de las más diversas parcialidades, ninguna de las cuales se perfila capaz de imponerse sobre las demás y, mucho menos, de aceptar sus propias limitaciones y hacer las concesiones necesarias para viabilizar un plan de futuro común.
Las pugnas entre las dos principales facciones en que está dividida la élite económica y política de Santa Cruz, que no por soterradas dejan de ser feroces, son un ejemplo de lo dicho. En el otro polo del poder, el que gira alrededor del centralismo paceño, el panorama no es mejor. Lo que da como resultado que sean al menos cuatro las fórmulas que se proponen hacer frente al MAS.
En tales circunstancias, la tan temida fragmentación del voto no es más que la manifestación más visible de una fragmentación mucho más honda y peligrosa y más difícil de superar.