Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 19 de enero de 2020
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Procesos contra autoridades electas
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La caída de Evo Morales no fue un hecho fortuito. El fraude electoral –monumental, gigantesco, grosero y pantagruélico– se convirtió en la chispa que hizo detonar el gas que se había acumulado en un cuarto oscuro llamado “proceso de cambio”. La explosión fue brutal así que derribó muros y techos. La apertura dio lugar a los aires de libertad que todavía respiramos.
¿Cómo fue posible?
Hace un año, cuando el escándalo de los sobornos para el ingreso a la Academia Nacional de Policías estaba en su auge, a nadie se le podía cruzar por la cabeza que Evo Morales iba a dejar el poder antes de cumplir su tercer e inconstitucional mandato. Y nadie imaginaría que esos mismos policías –entonces escarnecidos por el escándalo– iban a jugar un papel determinante en su caída.
Todo eso no era evidente hace un año. Como tampoco era visible que la resistencia contra el autoritarismo del MAS había comenzado hacía mucho. El efecto de esa resistencia es que gota a gota se logró labrar la piedra y paso a paso se avanzó hasta dar forma al colectivo ciudadano que en octubre, cuando el fraude fue revelado, salió a las calles para sacar del poder a quien había violentado la voluntad popular.
Por tanto, la primera verdad de Perogrullo de lo sucedido en octubre/noviembre de 2019, y lo que se está viviendo ahora, es que no fue un golpe de Estado, como el MAS quiere posicionar con ayuda de gente que reside en el exterior. Lo ocurrido fue una rebelión popular que estuvo madurando desde hacía tiempo como consecuencia de los abusos de poder y de las constantes violaciones a la Constitución Política del Estado.
Pero… ¿cuándo comenzó esa resistencia?
Una revisión de la historia de los casi 14 años de gobierno de Evo Morales revela que la primera fractura se produce en Sucre, con motivo de la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado en la Asamblea Constituyente.
Tres años después, una de las plazas del MAS, Potosí, exige el cumplimiento de un pliego de seis puntos. Evo responde con indiferencia y Potosí se paraliza durante 19 días. Era otro quiebre, uno tan definitivo que, cinco años después, se traduce en otra huelga, entonces de 27 días.
La, ahora tan publicitada, rebelión de las pititas comienza precisamente en Potosí, el 7 de octubre de 2019, con una huelga general indefinida que arranca en la Villa Imperial y se hace nacional después del fraude.
Entonces, la caída de Evo Morales comenzó en el sur y ese es un detalle que el centralismo ignora incluso ahora, cuando la atención del Gobierno transitorio no está vuelta precisamente hacia esta parte del país.