Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: martes 14 de enero de 2020
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Y, como el lector habrá podido suponer, la mentira viene del exministro de Gobierno Carlos Romero que, en su afán de sumar elementos a la parodia del “golpe de Estado”, hábilmente representada en teatros del exterior, ha calificado su permanencia forzada de dos días, en su lujoso departamento de un edificio de Sopocachi, como un “secuestro”.
Mentira. Es mentira porque un secuestro tiene elementos para configurarse como tal. Uno de ellos es la retención forzada de una persona —que sí se da en este caso porque a Romero no se le permitía movilizarse a raíz del bloqueo que le impusieron sus vigilantes voluntarios— y la otra, como dice el Diccionario de Derecho Usual, es la de “exigir por su rescate o liberación una cantidad u otra cosa, sin derecho, como prenda ilegal”.
Por Romero no se pidió dinero, tampoco “otra cosa”. Lo que se pretendía con la vigilancia impuesta a su edificio era evitar que se fugue, como ya pasó con el exministro Coca, o se refugie en una embajada, como son los casos de Quintana y compañía.
A la impostura del “secuestro” hay que sumar la inanición que, según se puede escuchar en la entrevista que le hicieron algunos medios de comunicación de La Paz, supuestamente sufría Romero por el bloqueo impuesto a su domicilio. La inanición es una “debilidad grande por falta de alimento o por otras causas” pero, para llegar a ese estado, es preciso que transcurran varios días sin que el cuerpo reciba alimento.
Gracias a la medida extrema de la huelga de hambre, existen casos documentados de personas que aguantaron hasta 73 días sin comer, como fue el caso de Terence Joseph MacSwiney, el alcalde de Cork que se sometió al ayuno voluntario en plena Guerra de la Independencia Irlandesa (1919-1921), y el de sus compañeros de encarcelamiento, que aguantaron más tiempo.
Esos son casos extremos, entre los que se puede incluir al socialista indio Bhagat Singh —que duró 116 días— pero también existen casos famosos como el de Mahatma Gandhi, que llegó a un ayuno de 21 días, tiempo que, en su momento, fue considerado bastante prolongado.
Claro que, para durar tanto sin alimento, es preciso consumir por lo menos agua y, en el caso de Romero, él afirmó, en la entrevista de marras, que sus bloqueadores se la cortaron. Ergo, su organismo habría llegado a tal grado de colapso que debieron sacarle del edificio en camilla.
Entonces, cualquier persona con dos dedos de frente debe plantearse algunas preguntas y, ya que el agua es fuente de vida, la primera es si efectivamente fue posible que los bloqueadores hayan dejado sin agua a todo un edificio en el que viven varias familias que, ante semejante atentado, pudieron haberlo denunciado. En un exceso de imaginación, lindante con las más extravagantes teorías conspirativas, vamos a suponer que los bloqueadores consiguieron los planos del edificio o bien simplemente pillaron el medidor, o la llave de paso de la tubería que lleva agua al departamento de Romero y la cerraron. ¿Qué pasó con los demás ocupantes del departamento? ¿Por qué no se desmayaron también? ¿por qué no les sacaron en camilla?
La respuesta a todas esas preguntas es sencilla: porque el bloqueo al edificio comenzó el 9 de enero, el mismo día en el que un diario español reveló el paradero del exministro. Pasaron apenas tres días, pero, además, Romero fue sacado en camilla el 10 de enero; es decir, al día siguiente. Suponiendo que lo que había en su refrigerador o despensa se hubiera acabado en un día, no estuvo ni 48 horas sin probar alimento.