Banalidades las hay de todo, que al fin entretenimiento e información compiten en la revolución mundial actual de las comunicaciones. Yo mismo, viejo rabo verde que soy, confieso que poco me importa conocer si va a llover en Cuchupunata, pero entretengo los ojos en redondeces superiores y posteriores de la narradora en su repetitiva rutina de orden cerrado: ¡a la izquier!, ¡a la dere!, ¡media vuel!, como ordenarían los milicos.

Algo de esto me recuerda el barullo actual sobre las mochilas chinas. Confieso que lo propició una ocurrencia digital sobre el supuesto sobreprecio de mochilas chinas de 26 bolivianos con material escolar incluido, que quizá beneficiaron a un burgomaestre, o a su partido de la oposición. A mí que pagué 35 en hojas de papel para incentivar la onda artística de mi nieto que las garabatea con héroes de su planeta....

Contrastaban el escandalete de mochilas de la Alcaldía cochabambina, que el conocido impostor de título académico demonizó diciendo que “comprar mochilas chinas...es de la derecha”, con logros reales, otros sospechosos, la mayoría discutibles: satélite chino, tela china para el “banderazo”, préstamos chinos, ropa china que mata la industria nacional, ensambladora de celulares chinos, trabajadores chinos, constructoras chinas, ideología china, mineras chinas, armamento chino, tecnología china. Tanto chino que me dieron ganas de comer “alós” con palitos y guiso de algún perro callejero. Sin embargo, más admiro a los chinos que ajustician a los corruptos. Y no me vengan con la cantaleta que ser podrido es parte de nuestra “cultura ancestral”.  

Mezclo temas de mi alforja con otros que destacan los periódicos. ¿Qué revelaría hurgar aún más el Lava Jato en Bolivia?; ¿estará el mundo en la era de la energía de hidrógeno y el país, al fin, en la era del litio del Salar de Uyuni?; ¿quiénes son C. Morales, C.G., y mejor los “Alvarín”, “Cotapati y “Paty” de los emails de la corrupción en Caminos?; ¿cuándo caerá la fruta podrida de los asesinatos en el Hotel América de Santa Cruz?; ¿quiénes son los obsecuentes jueces y fiscales de la pudrición de la justicia en el país?; ¿serán de su bolsillo los “regalos” de Evo a la COB?; ¿habrá sobreprecio en los contratos “a dedo” del mamotreto de la Casa del Pueblo en La Paz?; ¿será cierto que la planta de urea de Bulo Bulo sigue sin operar?; ¿cuántos violadores han castrado, cuántos ‘feminicidas’ han fusilado y cuántos contrabandistas están en la cárcel?;¿será cortar el ducto artificial que lleva agua dulce a Chile el nuevo “impuesto a los 10 centavos” que ocasionó la invasión chilena del Litoral en 1879?   

Hurgando “buscadores” cibernéticos, encontré referencias que en otro tiempo requerían horas, semanas o meses en alguna biblioteca leyendo sesudos libros. Por eso vale la pena transcribir líneas de Fernando Navarro en su “La idiotización de la sociedad como estrategia de dominación”: “En esta subcultura del entretenimiento vacío, lo que se promueve es un sistema basado en los valores del individualismo posesivo, en el que la solidaridad y el apoyo mutuo se consideran como algo ingenuo. En el entretenimiento vacío todo está pensado para que el individuo soporte estoicamente el sistema establecido sin rechistar. La historia no existe, el futuro no existe, sólo el presente y la satisfacción inmediata que procura el entretenimiento vacío. Por eso no es extraño que proliferen los libros de autoayuda, auténtica bazofia psicológica, o misticismo a lo Coelho, o infinitas variantes del clásico ‘como hacerse millonario sin esfuerzo’”

Destaca en noticias atizadas por el Gobierno la recurrencia de temas banales para ocultar o subalternizar asuntos que merecen la atención pública. Tal vez siendo una zancadilla política a un Alcalde opositor para meterle entre rejas, azuzada por el jingoísmo de producción nacional perjudicada de un Vice conocido por demagogo, el tema de las mochilas chinas es un ejemplo de entretenimiento vacío en la brega política. ¿No será  que el régimen prorroguista de Evo Morales ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio? Erradicar, o por lo menos disminuir, castigando la corrupción debe ser tarea de todos los ciudadanos, y todos los gobiernos.